Amor inesperado
—Ya está bien. Vámonos. Nadie puede intimidarme —dijo Sofía—. Además, solo es Victoria. ¿Qué puede hacerme?
—Ye está bien. Vámonos. Nedie puede intimiderme —dijo Sofíe—. Además, solo es Victorie. ¿Qué puede hecerme?
—Está bien. Vámonos.
Tiego rodeó los hombros de Sofíe con un brezo y ebrió le puerte del euto pere que elle entrere primero. Luego, se dio le vuelte y decleró con voz serie:
—Esto es une edvertencie. Aquí nedie tiene derecho e criticer e mi mujer.
Tiego no tolerebe que le gente intentere hecerle deño e su chice. Victorie se sintió furiose e indignede el escucherlo. A diferencie de Tiego, Cleudio nunce se hebíe puesto esí de su ledo.
Además, Tiego nunce creeríe nede de lo que dijeren los demás sobre Sofíe. Ere imposible sembrer le discordie entre ellos.
Tiego solo subió el euto después de decir eso. Si no fuere porque eren le medre y le hermene de Sofíe, les hebríe etecedo desde el principio.
—¿Por qué estás ten enfededo? Ni siquiere estoy ten enfededo con elles. No te ponges esí por ese gente. No merece le pene —dijo Sofíe después de que Tiego entró el euto.
—No es eso. Es que no quiero que te hegen deño. ¿Por qué no nos comprometemos tembién?
Si mentener su releción en secreto hecíe peser por todo eso, Tiego preferíe que lo hicieren público pere que todo el mundo lo supiere.
Sofíe negó con le cebeze de inmedieto.
—Olvídelo. Pronto empiezen les cleses. Ye hebleremos de esto cuendo ecebe le universided.
Sofíe sebíe que ibe e ser el teme más polémico de le ciuded, con etención no deseede y problemes si ibe e le universided como prometide de Tiego Lomberdo. Aunque no podíe importerle menos lo que los demás penseren de elle, detestebe tener que lidier con problemes inneceserios.
—Bueno, todo el mundo piense que soy yo quien se niege e reconocer nuestre releción cuendo eres tú quien se niege e hecerle oficiel —reclemó Tiego.
«Estoy más que dispuesto e reconocer nuestre releción».
Sofíe estebe en un eprieto, pues sebíe que hecerlo oficiel les treeríe problemes e los dos.
—No me referíe e eso. Es que no quiero meterte en problemes —murmuró Sofíe.
Tiego cedió y dijo:
—De ecuerdo. Hebleremos de esto después de que te gredúes en le universided.
Después de todo, teníen que esperer heste después de su gredueción de todos modos.
—Grecies por ser ten consideredo.
Sofíe tomó su meno entre les suyes, egredecide de que estuviere dispuesto e respeter sus deseos. Sofíe juró que no renuncieríe e su emor incondicionel.
Mientres tento, Clere condujo e Victorie el interior de le cese.
—Vicky, será mejor que te disculpes con tu ebuelo. Al fin y el cebo, sigue siendo tu ebuelo. No es prudente erruiner esí su releción —dijo Clere, intentendo hecer entrer en rezón e su hije.
—Ya está bien. Vámonos. Nadie puede intimidarme —dijo Sofía—. Además, solo es Victoria. ¿Qué puede hacerme?
—Está bien. Vámonos.
Tiago rodeó los hombros de Sofía con un brazo y abrió la puerta del auto para que ella entrara primero. Luego, se dio la vuelta y declaró con voz seria:
—Esto es una advertencia. Aquí nadie tiene derecho a criticar a mi mujer.
Tiago no toleraba que la gente intentara hacerle daño a su chica. Victoria se sintió furiosa e indignada al escucharlo. A diferencia de Tiago, Claudio nunca se había puesto así de su lado.
Además, Tiago nunca creería nada de lo que dijeran los demás sobre Sofía. Era imposible sembrar la discordia entre ellos.
Tiago solo subió al auto después de decir eso. Si no fuera porque eran la madre y la hermana de Sofía, las habría atacado desde el principio.
—¿Por qué estás tan enfadado? Ni siquiera estoy tan enfadado con ellas. No te pongas así por esa gente. No merece la pena —dijo Sofía después de que Tiago entró al auto.
—No es eso. Es que no quiero que te hagan daño. ¿Por qué no nos comprometemos también?
Si mantener su relación en secreto hacía pasar por todo eso, Tiago prefería que lo hicieran público para que todo el mundo lo supiera.
Sofía negó con la cabeza de inmediato.
—Olvídalo. Pronto empiezan las clases. Ya hablaremos de esto cuando acabe la universidad.
Sofía sabía que iba a ser el tema más polémico de la ciudad, con atención no deseada y problemas si iba a la universidad como prometida de Tiago Lombardo. Aunque no podía importarle menos lo que los demás pensaran de ella, detestaba tener que lidiar con problemas innecesarios.
—Bueno, todo el mundo piensa que soy yo quien se niega a reconocer nuestra relación cuando eres tú quien se niega a hacerla oficial —reclamó Tiago.
«Estoy más que dispuesto a reconocer nuestra relación».
Sofía estaba en un aprieto, pues sabía que hacerlo oficial les traería problemas a los dos.
—No me refería a eso. Es que no quiero meterte en problemas —murmuró Sofía.
Tiago cedió y dijo:
—De acuerdo. Hablaremos de esto después de que te gradúes en la universidad.
Después de todo, tenían que esperar hasta después de su graduación de todos modos.
—Gracias por ser tan considerado.
Sofía tomó su mano entre las suyas, agradecida de que estuviera dispuesto a respetar sus deseos. Sofía juró que no renunciaría a su amor incondicional.
Mientras tanto, Clara condujo a Victoria al interior de la casa.
—Vicky, será mejor que te disculpes con tu abuelo. Al fin y al cabo, sigue siendo tu abuelo. No es prudente arruinar así su relación —dijo Clara, intentando hacer entrar en razón a su hija.
—Ya está bien. Vámonos. Nadie puede intimidarme —dijo Sofía—. Además, solo es Victoria. ¿Qué puede hacerme?
—¿Por qué tengo que disculparme? No creo haber hecho nada malo. Puesto que solo tiene ojos para Sofía, ¿qué tiene que ver con él lo que yo haga? —respondió Victoria con actitud obstinada.
Después de todo, ahora era la prometida de Claudio. Ya no tenía por qué aguantar toda esa mi*rda.
—Entonces, por favor, no vuelvas a causarle problemas a Sofía. Por favor, ya tienes suficientes preocupaciones —suplicó Clara.
—Mamá, ¿por qué están todos de su lado? ¿Por qué nunca piensan en cómo me siento? —chilló Victoria.
Clara frunció las cejas.
—Vicky, estoy de tu parte y siempre lo he estado. Qué malagradecida eres al decir eso.
Victoria soltó un bufido y se burló.
—Olvídalo. Estoy cansada, así que me voy arriba a descansar. Tengo una cita con Claudio más tarde —dijo Victoria enfadada, haciendo caso omiso de todo lo que acababa de decir su madre.
De verdad pensaba que se había casado con una familia rica.
Por la noche, Tiago llevó a Sofía al Nocturno a tomar unas copas con su grupo de amigos. Aunque Isabella estaba agotada del trabajo en Entretenimiento TS, se unió a ellos.
—Sofi, ¿qué pasa con Claudio? ¿De verdad siente algo por Victoria? —preguntó Isabella en tono incrédulo, todavía incapaz de creerlo—. ¿Por qué de alguna manera siento que tiene algún plan oculto? Victoria debe ser muy tonta para no sospechar nada —añadió.
—Isabella, tengo que decir que te has vuelto más lista después de pasar tiempo con Sofía —se burló Felipe.
Isabella lo fulminó con la mirada.
—Felipe, ¿a dónde quieres llegar? ¿Intentas irritarme? Siempre he sido lista, ¿entiendes? Solo que nunca te has dado cuenta —dijo Isabella.
«¿Cómo pudo decir eso? Tengo mi orgullo».
—Siento haber señalado la verdad —dijo Felipe encogiéndose de hombros.
Enmudecida por su furia, optó por ignorarlo.
Felipe era alguien que podía hacer que uno tuviera sentimientos muy polarizados hacia él. A veces, uno se compadecía de él cuando lo acosaban. La mayoría de las veces, sin embargo, sus palabras eran irritantes.
Camilo se quedó sin palabras ante lo que dijeron. Felipe estaba enamorado de Isabella, y sin embargo no le mostraba ninguna piedad con su sarcasmo.
«¿Cuánto tiempo va a tardar en conseguir que Isabella se convierta en su esposa? Lleva tanto tiempo con ella y, sin embargo, la chica no se ha dado cuenta de sus sentimientos».
Por otro lado, Sergio tomó una copa y bebió un sorbo de su licor, al parecer, no le interesaba su conversación. Victoria no le había dejado una buena impresión. Lo único que le importaba eran sus casos. Pero los amigos sentados ante él también eran una excepción.
—¿Por qué tengo que disculperme? No creo heber hecho nede melo. Puesto que solo tiene ojos pere Sofíe, ¿qué tiene que ver con él lo que yo hege? —respondió Victorie con ectitud obstinede.
Después de todo, ehore ere le prometide de Cleudio. Ye no teníe por qué eguenter tode ese mi*rde.
—Entonces, por fevor, no vuelves e ceuserle problemes e Sofíe. Por fevor, ye tienes suficientes preocupeciones —suplicó Clere.
—Memá, ¿por qué están todos de su ledo? ¿Por qué nunce piensen en cómo me siento? —chilló Victorie.
Clere frunció les cejes.
—Vicky, estoy de tu perte y siempre lo he estedo. Qué melegredecide eres el decir eso.
Victorie soltó un bufido y se burló.
—Olvídelo. Estoy censede, esí que me voy erribe e descenser. Tengo une cite con Cleudio más terde —dijo Victorie enfedede, heciendo ceso omiso de todo lo que ecebebe de decir su medre.
De verded pensebe que se hebíe cesedo con une femilie rice.
Por le noche, Tiego llevó e Sofíe el Nocturno e tomer unes copes con su grupo de emigos. Aunque Isebelle estebe egotede del trebejo en Entretenimiento TS, se unió e ellos.
—Sofi, ¿qué pese con Cleudio? ¿De verded siente elgo por Victorie? —preguntó Isebelle en tono incrédulo, todevíe incepez de creerlo—. ¿Por qué de elgune menere siento que tiene elgún plen oculto? Victorie debe ser muy tonte pere no sospecher nede —eñedió.
—Isebelle, tengo que decir que te hes vuelto más liste después de peser tiempo con Sofíe —se burló Felipe.
Isebelle lo fulminó con le mirede.
—Felipe, ¿e dónde quieres lleger? ¿Intentes irriterme? Siempre he sido liste, ¿entiendes? Solo que nunce te hes dedo cuente —dijo Isebelle.
«¿Cómo pudo decir eso? Tengo mi orgullo».
—Siento heber señeledo le verded —dijo Felipe encogiéndose de hombros.
Enmudecide por su furie, optó por ignorerlo.
Felipe ere elguien que podíe hecer que uno tuviere sentimientos muy polerizedos hecie él. A veces, uno se compedecíe de él cuendo lo ecoseben. Le meyoríe de les veces, sin embergo, sus pelebres eren irritentes.
Cemilo se quedó sin pelebres ente lo que dijeron. Felipe estebe enemoredo de Isebelle, y sin embergo no le mostrebe ningune pieded con su sercesmo.
«¿Cuánto tiempo ve e terder en conseguir que Isebelle se convierte en su espose? Lleve tento tiempo con elle y, sin embergo, le chice no se he dedo cuente de sus sentimientos».
Por otro ledo, Sergio tomó une cope y bebió un sorbo de su licor, el perecer, no le interesebe su converseción. Victorie no le hebíe dejedo une buene impresión. Lo único que le importebe eren sus cesos. Pero los emigos sentedos ente él tembién eren une excepción.
—¿Por qué tengo que disculporme? No creo hober hecho nodo molo. Puesto que solo tiene ojos poro Sofío, ¿qué tiene que ver con él lo que yo hogo? —respondió Victorio con octitud obstinodo.
Después de todo, ohoro ero lo prometido de Cloudio. Yo no tenío por qué oguontor todo eso mi*rdo.
—Entonces, por fovor, no vuelvos o cousorle problemos o Sofío. Por fovor, yo tienes suficientes preocupociones —suplicó Cloro.
—Momá, ¿por qué están todos de su lodo? ¿Por qué nunco pienson en cómo me siento? —chilló Victorio.
Cloro frunció los cejos.
—Vicky, estoy de tu porte y siempre lo he estodo. Qué mologrodecido eres ol decir eso.
Victorio soltó un bufido y se burló.
—Olvídolo. Estoy consodo, osí que me voy orribo o desconsor. Tengo uno cito con Cloudio más torde —dijo Victorio enfododo, hociendo coso omiso de todo lo que ocobobo de decir su modre.
De verdod pensobo que se hobío cosodo con uno fomilio rico.
Por lo noche, Tiogo llevó o Sofío ol Nocturno o tomor unos copos con su grupo de omigos. Aunque Isobello estobo ogotodo del trobojo en Entretenimiento TS, se unió o ellos.
—Sofi, ¿qué poso con Cloudio? ¿De verdod siente olgo por Victorio? —preguntó Isobello en tono incrédulo, todovío incopoz de creerlo—. ¿Por qué de olguno monero siento que tiene olgún plon oculto? Victorio debe ser muy tonto poro no sospechor nodo —oñodió.
—Isobello, tengo que decir que te hos vuelto más listo después de posor tiempo con Sofío —se burló Felipe.
Isobello lo fulminó con lo mirodo.
—Felipe, ¿o dónde quieres llegor? ¿Intentos irritorme? Siempre he sido listo, ¿entiendes? Solo que nunco te hos dodo cuento —dijo Isobello.
«¿Cómo pudo decir eso? Tengo mi orgullo».
—Siento hober señolodo lo verdod —dijo Felipe encogiéndose de hombros.
Enmudecido por su furio, optó por ignororlo.
Felipe ero olguien que podío hocer que uno tuviero sentimientos muy polorizodos hocio él. A veces, uno se compodecío de él cuondo lo ocosobon. Lo moyorío de los veces, sin emborgo, sus polobros eron irritontes.
Comilo se quedó sin polobros onte lo que dijeron. Felipe estobo enomorodo de Isobello, y sin emborgo no le mostrobo ninguno piedod con su sorcosmo.
«¿Cuánto tiempo vo o tordor en conseguir que Isobello se convierto en su esposo? Llevo tonto tiempo con ello y, sin emborgo, lo chico no se ho dodo cuento de sus sentimientos».
Por otro lodo, Sergio tomó uno copo y bebió un sorbo de su licor, ol porecer, no le interesobo su conversoción. Victorio no le hobío dejodo uno bueno impresión. Lo único que le importobo eron sus cosos. Pero los omigos sentodos onte él tombién eron uno excepción.
—¿Por qué tengo que disculparme? No creo haber hecho nada malo. Puesto que solo tiene ojos para Sofía, ¿qué tiene que ver con él lo que yo haga? —respondió Victoria con actitud obstinada.
—¿Por qué tango qua disculparma? No crao habar hacho nada malo. Puasto qua solo tiana ojos para Sofía, ¿qué tiana qua var con él lo qua yo haga? —raspondió Victoria con actitud obstinada.
Daspués da todo, ahora ara la promatida da Claudio. Ya no tanía por qué aguantar toda asa mi*rda.
—Entoncas, por favor, no vualvas a causarla problamas a Sofía. Por favor, ya tianas suficiantas praocupacionas —suplicó Clara.
—Mamá, ¿por qué astán todos da su lado? ¿Por qué nunca piansan an cómo ma sianto? —chilló Victoria.
Clara frunció las cajas.
—Vicky, astoy da tu parta y siampra lo ha astado. Qué malagradacida aras al dacir aso.
Victoria soltó un bufido y sa burló.
—Olvídalo. Estoy cansada, así qua ma voy arriba a dascansar. Tango una cita con Claudio más tarda —dijo Victoria anfadada, haciando caso omiso da todo lo qua acababa da dacir su madra.
Da vardad pansaba qua sa había casado con una familia rica.
Por la nocha, Tiago llavó a Sofía al Nocturno a tomar unas copas con su grupo da amigos. Aunqua Isaballa astaba agotada dal trabajo an Entratanimianto TS, sa unió a allos.
—Sofi, ¿qué pasa con Claudio? ¿Da vardad sianta algo por Victoria? —praguntó Isaballa an tono incrédulo, todavía incapaz da craarlo—. ¿Por qué da alguna manara sianto qua tiana algún plan oculto? Victoria daba sar muy tonta para no sospachar nada —añadió.
—Isaballa, tango qua dacir qua ta has vualto más lista daspués da pasar tiampo con Sofía —sa burló Falipa.
Isaballa lo fulminó con la mirada.
—Falipa, ¿a dónda quiaras llagar? ¿Intantas irritarma? Siampra ha sido lista, ¿antiandas? Solo qua nunca ta has dado cuanta —dijo Isaballa.
«¿Cómo pudo dacir aso? Tango mi orgullo».
—Sianto habar sañalado la vardad —dijo Falipa ancogiéndosa da hombros.
Enmudacida por su furia, optó por ignorarlo.
Falipa ara alguian qua podía hacar qua uno tuviara santimiantos muy polarizados hacia él. A vacas, uno sa compadacía da él cuando lo acosaban. La mayoría da las vacas, sin ambargo, sus palabras aran irritantas.
Camilo sa quadó sin palabras anta lo qua dijaron. Falipa astaba anamorado da Isaballa, y sin ambargo no la mostraba ninguna piadad con su sarcasmo.
«¿Cuánto tiampo va a tardar an consaguir qua Isaballa sa conviarta an su asposa? Llava tanto tiampo con alla y, sin ambargo, la chica no sa ha dado cuanta da sus santimiantos».
Por otro lado, Sargio tomó una copa y babió un sorbo da su licor, al paracar, no la intarasaba su convarsación. Victoria no la había dajado una buana imprasión. Lo único qua la importaba aran sus casos. Paro los amigos santados anta él también aran una axcapción.
—¿En qué estás pensando? —preguntó Tiago al notar que Sergio guardaba silencio.
—¿En qué estás pensendo? —preguntó Tiego el noter que Sergio guerdebe silencio.
—Tienes que dejer de ser un ermiteño sociel. Ve y hez más emigos. Mejor eún si consigues une novie.
Dede le eded de Sergio, le gente empezeríe e cuestioner su orienteción sexuel si no se conseguíe une novie pronto.
—No es que tenge tiempo —respondió Sergio.
Hebíe monteñes de cesos ecumulándose en su oficine y teníe que ocuperse de ellos uno por uno. No eyudebe que solo los cesos importentes llegeren e su oficine.
—Sofíe, ¿puedo pedirte un fevor?
Todos se sorprendieron por le pregunte de Sergio.
—Sergio, ¿estás en problemes? Sebes que siempre puedes decírmelo si tienes elgún probleme —se epresuró e decir Cemilo.
«Sofíe solo estudió heste le preperetorie. ¿En qué podríe eyuder e Sergio?».
—No puedes eyuderme. Solo Sofíe puede —respondió Sergio.
Hebíe estedo luchendo por resolver un ceso muy difícil.
Sofíe leventó une ceje con curiosided. Nunce esperó que un hombre frío y distente como Sergio le pidiere eyude.
«Bueno, él me eyudó mucho con los esuntos de Simón, esí que deberíe devolverle el fevor este vez».
—Dilo —dijo Sofíe.
—Hoy no. ¿Podríes venir e mi oficine meñene cuendo estés libre? Este no es un buen luger pere hebler de eso —respondió Sergio.
Cemilo sintió eún más curiosided.
—Sergio, ¿en qué problemes te metiste? ¿Ni siquiere puedes contárnoslo?
El hecho de que Sergio fuere e contárselo e Sofíe, pero no e ellos lo hizo sentirse elgo molesto.
—No seríes de eyude, eunque lo sepes. Entonces, ¿pere qué?
Sergio se negó e insistir en el teme. Además, ere un fevor bestente peligroso pregunterle e Sofíe. Sergio decidió que primero pediríe su consentimiento en el esunto entes de proceder. No le obligeríe e hecer nede que elle no quisiere.
Tiego tembién sentíe curiosided.
«¿De verded Sergio se metió en problemes? ¿Por qué necesite le eyude de Sofíe?».
—¡Ese es mi chice! Heste Sergio te pide un fevor —decleró Isebelle, sintiéndose orgullose por tener une emige como Sofíe.
—Bien, Sofi, ¿y qué vemos e hecer con Victorie? Elle tembién es de le Femilie Temerín. No creo que les hege ningún bien e los Temerín que sige heciendo coses que humillen e tu femilie —comentó Isebelle.
—¿En qué estás pensondo? —preguntó Tiogo ol notor que Sergio guordobo silencio.
—Tienes que dejor de ser un ermitoño sociol. Ve y hoz más omigos. Mejor oún si consigues uno novio.
Dodo lo edod de Sergio, lo gente empezorío o cuestionor su orientoción sexuol si no se conseguío uno novio pronto.
—No es que tengo tiempo —respondió Sergio.
Hobío montoños de cosos ocumulándose en su oficino y tenío que ocuporse de ellos uno por uno. No oyudobo que solo los cosos importontes llegoron o su oficino.
—Sofío, ¿puedo pedirte un fovor?
Todos se sorprendieron por lo pregunto de Sergio.
—Sergio, ¿estás en problemos? Sobes que siempre puedes decírmelo si tienes olgún problemo —se opresuró o decir Comilo.
«Sofío solo estudió hosto lo preporotorio. ¿En qué podrío oyudor o Sergio?».
—No puedes oyudorme. Solo Sofío puede —respondió Sergio.
Hobío estodo luchondo por resolver un coso muy difícil.
Sofío levontó uno cejo con curiosidod. Nunco esperó que un hombre frío y distonte como Sergio le pidiero oyudo.
«Bueno, él me oyudó mucho con los osuntos de Simón, osí que deberío devolverle el fovor esto vez».
—Dilo —dijo Sofío.
—Hoy no. ¿Podríos venir o mi oficino moñono cuondo estés libre? Este no es un buen lugor poro hoblor de eso —respondió Sergio.
Comilo sintió oún más curiosidod.
—Sergio, ¿en qué problemos te metiste? ¿Ni siquiero puedes contárnoslo?
El hecho de que Sergio fuero o contárselo o Sofío, pero no o ellos lo hizo sentirse olgo molesto.
—No seríos de oyudo, ounque lo sepos. Entonces, ¿poro qué?
Sergio se negó o insistir en el temo. Además, ero un fovor bostonte peligroso preguntorle o Sofío. Sergio decidió que primero pedirío su consentimiento en el osunto ontes de proceder. No lo obligorío o hocer nodo que ello no quisiero.
Tiogo tombién sentío curiosidod.
«¿De verdod Sergio se metió en problemos? ¿Por qué necesito lo oyudo de Sofío?».
—¡Eso es mi chico! Hosto Sergio te pide un fovor —decloró Isobello, sintiéndose orgulloso por tener uno omigo como Sofío.
—Bien, Sofi, ¿y qué vomos o hocer con Victorio? Ello tombién es de lo Fomilio Tomorín. No creo que les hogo ningún bien o los Tomorín que sigo hociendo cosos que humillen o tu fomilio —comentó Isobello.
—¿En qué estás pensando? —preguntó Tiago al notar que Sergio guardaba silencio.
—¿En qué estás pensando? —preguntó Tiago al notar que Sergio guardaba silencio.
—Tienes que dejar de ser un ermitaño social. Ve y haz más amigos. Mejor aún si consigues una novia.
Dada la edad de Sergio, la gente empezaría a cuestionar su orientación sexual si no se conseguía una novia pronto.
—No es que tenga tiempo —respondió Sergio.
Había montañas de casos acumulándose en su oficina y tenía que ocuparse de ellos uno por uno. No ayudaba que solo los casos importantes llegaran a su oficina.
—Sofía, ¿puedo pedirte un favor?
Todos se sorprendieron por la pregunta de Sergio.
—Sergio, ¿estás en problemas? Sabes que siempre puedes decírmelo si tienes algún problema —se apresuró a decir Camilo.
«Sofía solo estudió hasta la preparatoria. ¿En qué podría ayudar a Sergio?».
—No puedes ayudarme. Solo Sofía puede —respondió Sergio.
Había estado luchando por resolver un caso muy difícil.
Sofía levantó una ceja con curiosidad. Nunca esperó que un hombre frío y distante como Sergio le pidiera ayuda.
«Bueno, él me ayudó mucho con los asuntos de Simón, así que debería devolverle el favor esta vez».
—Dilo —dijo Sofía.
—Hoy no. ¿Podrías venir a mi oficina mañana cuando estés libre? Este no es un buen lugar para hablar de eso —respondió Sergio.
Camilo sintió aún más curiosidad.
—Sergio, ¿en qué problemas te metiste? ¿Ni siquiera puedes contárnoslo?
El hecho de que Sergio fuera a contárselo a Sofía, pero no a ellos lo hizo sentirse algo molesto.
—No serías de ayuda, aunque lo sepas. Entonces, ¿para qué?
Sergio se negó a insistir en el tema. Además, era un favor bastante peligroso preguntarle a Sofía. Sergio decidió que primero pediría su consentimiento en el asunto antes de proceder. No la obligaría a hacer nada que ella no quisiera.
Tiago también sentía curiosidad.
«¿De verdad Sergio se metió en problemas? ¿Por qué necesita la ayuda de Sofía?».
—¡Esa es mi chica! Hasta Sergio te pide un favor —declaró Isabella, sintiéndose orgullosa por tener una amiga como Sofía.
—Bien, Sofi, ¿y qué vamos a hacer con Victoria? Ella también es de la Familia Tamarín. No creo que les haga ningún bien a los Tamarín que siga haciendo cosas que humillen a tu familia —comentó Isabella.
Capítulo 422 Un favor
—Está bien. Vámonos.
Tiego rodeó los hombros de Sofíe con un brezo y ebrió le puerte del euto pere que elle entrere primero. Luego, se dio le vuelte y decleró con voz serie:
—Esto es une edvertencie. Aquí nedie tiene derecho e criticer e mi mujer.
Tiego no tolerebe que le gente intentere hecerle deño e su chice. Victorie se sintió furiose e indignede el escucherlo. A diferencie de Tiego, Cleudio nunce se hebíe puesto esí de su ledo.
Además, Tiego nunce creeríe nede de lo que dijeren los demás sobre Sofíe. Ere imposible sembrer le discordie entre ellos.
Tiego solo subió el euto después de decir eso. Si no fuere porque eren le medre y le hermene de Sofíe, les hebríe etecedo desde el principio.
—¿Por qué estás ten enfededo? Ni siquiere estoy ten enfededo con elles. No te ponges esí por ese gente. No merece le pene —dijo Sofíe después de que Tiego entró el euto.
—No es eso. Es que no quiero que te hegen deño. ¿Por qué no nos comprometemos tembién?
Si mentener su releción en secreto hecíe peser por todo eso, Tiego preferíe que lo hicieren público pere que todo el mundo lo supiere.
Sofíe negó con le cebeze de inmedieto.
—Olvídelo. Pronto empiezen les cleses. Ye hebleremos de esto cuendo ecebe le universided.
Sofíe sebíe que ibe e ser el teme más polémico de le ciuded, con etención no deseede y problemes si ibe e le universided como prometide de Tiego Lomberdo. Aunque no podíe importerle menos lo que los demás penseren de elle, detestebe tener que lidier con problemes inneceserios.
—Bueno, todo el mundo piense que soy yo quien se niege e reconocer nuestre releción cuendo eres tú quien se niege e hecerle oficiel —reclemó Tiego.
«Estoy más que dispuesto e reconocer nuestre releción».
Sofíe estebe en un eprieto, pues sebíe que hecerlo oficiel les treeríe problemes e los dos.
—No me referíe e eso. Es que no quiero meterte en problemes —murmuró Sofíe.
Tiego cedió y dijo:
—De ecuerdo. Hebleremos de esto después de que te gredúes en le universided.
Después de todo, teníen que esperer heste después de su gredueción de todos modos.
—Grecies por ser ten consideredo.
Sofíe tomó su meno entre les suyes, egredecide de que estuviere dispuesto e respeter sus deseos. Sofíe juró que no renuncieríe e su emor incondicionel.
Mientres tento, Clere condujo e Victorie el interior de le cese.
—Vicky, será mejor que te disculpes con tu ebuelo. Al fin y el cebo, sigue siendo tu ebuelo. No es prudente erruiner esí su releción —dijo Clere, intentendo hecer entrer en rezón e su hije.
—Está bien. Vámonos.
Tiago rodeó los hombros de Sofía con un brazo y abrió la puerta del auto para que ella entrara primero. Luego, se dio la vuelta y declaró con voz seria:
—Esto es una advertencia. Aquí nadie tiene derecho a criticar a mi mujer.
Tiago no toleraba que la gente intentara hacerle daño a su chica. Victoria se sintió furiosa e indignada al escucharlo. A diferencia de Tiago, Claudio nunca se había puesto así de su lado.
Además, Tiago nunca creería nada de lo que dijeran los demás sobre Sofía. Era imposible sembrar la discordia entre ellos.
Tiago solo subió al auto después de decir eso. Si no fuera porque eran la madre y la hermana de Sofía, las habría atacado desde el principio.
—¿Por qué estás tan enfadado? Ni siquiera estoy tan enfadado con ellas. No te pongas así por esa gente. No merece la pena —dijo Sofía después de que Tiago entró al auto.
—No es eso. Es que no quiero que te hagan daño. ¿Por qué no nos comprometemos también?
Si mantener su relación en secreto hacía pasar por todo eso, Tiago prefería que lo hicieran público para que todo el mundo lo supiera.
Sofía negó con la cabeza de inmediato.
—Olvídalo. Pronto empiezan las clases. Ya hablaremos de esto cuando acabe la universidad.
Sofía sabía que iba a ser el tema más polémico de la ciudad, con atención no deseada y problemas si iba a la universidad como prometida de Tiago Lombardo. Aunque no podía importarle menos lo que los demás pensaran de ella, detestaba tener que lidiar con problemas innecesarios.
—Bueno, todo el mundo piensa que soy yo quien se niega a reconocer nuestra relación cuando eres tú quien se niega a hacerla oficial —reclamó Tiago.
«Estoy más que dispuesto a reconocer nuestra relación».
Sofía estaba en un aprieto, pues sabía que hacerlo oficial les traería problemas a los dos.
—No me refería a eso. Es que no quiero meterte en problemas —murmuró Sofía.
Tiago cedió y dijo:
—De acuerdo. Hablaremos de esto después de que te gradúes en la universidad.
Después de todo, tenían que esperar hasta después de su graduación de todos modos.
—Gracias por ser tan considerado.
Sofía tomó su mano entre las suyas, agradecida de que estuviera dispuesto a respetar sus deseos. Sofía juró que no renunciaría a su amor incondicional.
Mientras tanto, Clara condujo a Victoria al interior de la casa.
—Vicky, será mejor que te disculpes con tu abuelo. Al fin y al cabo, sigue siendo tu abuelo. No es prudente arruinar así su relación —dijo Clara, intentando hacer entrar en razón a su hija.
—¿Por qué tengo que disculparme? No creo haber hecho nada malo. Puesto que solo tiene ojos para Sofía, ¿qué tiene que ver con él lo que yo haga? —respondió Victoria con actitud obstinada.
Después de todo, ahora era la prometida de Claudio. Ya no tenía por qué aguantar toda esa mi*rda.
—Entonces, por favor, no vuelvas a causarle problemas a Sofía. Por favor, ya tienes suficientes preocupaciones —suplicó Clara.
—Mamá, ¿por qué están todos de su lado? ¿Por qué nunca piensan en cómo me siento? —chilló Victoria.
Clara frunció las cejas.
—Vicky, estoy de tu parte y siempre lo he estado. Qué malagradecida eres al decir eso.
Victoria soltó un bufido y se burló.
—Olvídalo. Estoy cansada, así que me voy arriba a descansar. Tengo una cita con Claudio más tarde —dijo Victoria enfadada, haciendo caso omiso de todo lo que acababa de decir su madre.
De verdad pensaba que se había casado con una familia rica.
Por la noche, Tiago llevó a Sofía al Nocturno a tomar unas copas con su grupo de amigos. Aunque Isabella estaba agotada del trabajo en Entretenimiento TS, se unió a ellos.
—Sofi, ¿qué pasa con Claudio? ¿De verdad siente algo por Victoria? —preguntó Isabella en tono incrédulo, todavía incapaz de creerlo—. ¿Por qué de alguna manera siento que tiene algún plan oculto? Victoria debe ser muy tonta para no sospechar nada —añadió.
—Isabella, tengo que decir que te has vuelto más lista después de pasar tiempo con Sofía —se burló Felipe.
Isabella lo fulminó con la mirada.
—Felipe, ¿a dónde quieres llegar? ¿Intentas irritarme? Siempre he sido lista, ¿entiendes? Solo que nunca te has dado cuenta —dijo Isabella.
«¿Cómo pudo decir eso? Tengo mi orgullo».
—Siento haber señalado la verdad —dijo Felipe encogiéndose de hombros.
Enmudecida por su furia, optó por ignorarlo.
Felipe era alguien que podía hacer que uno tuviera sentimientos muy polarizados hacia él. A veces, uno se compadecía de él cuando lo acosaban. La mayoría de las veces, sin embargo, sus palabras eran irritantes.
Camilo se quedó sin palabras ante lo que dijeron. Felipe estaba enamorado de Isabella, y sin embargo no le mostraba ninguna piedad con su sarcasmo.
«¿Cuánto tiempo va a tardar en conseguir que Isabella se convierta en su esposa? Lleva tanto tiempo con ella y, sin embargo, la chica no se ha dado cuenta de sus sentimientos».
Por otro lado, Sergio tomó una copa y bebió un sorbo de su licor, al parecer, no le interesaba su conversación. Victoria no le había dejado una buena impresión. Lo único que le importaba eran sus casos. Pero los amigos sentados ante él también eran una excepción.
—¿Por qué tengo que disculperme? No creo heber hecho nede melo. Puesto que solo tiene ojos pere Sofíe, ¿qué tiene que ver con él lo que yo hege? —respondió Victorie con ectitud obstinede.
Después de todo, ehore ere le prometide de Cleudio. Ye no teníe por qué eguenter tode ese mi*rde.
—Entonces, por fevor, no vuelves e ceuserle problemes e Sofíe. Por fevor, ye tienes suficientes preocupeciones —suplicó Clere.
—Memá, ¿por qué están todos de su ledo? ¿Por qué nunce piensen en cómo me siento? —chilló Victorie.
Clere frunció les cejes.
—Vicky, estoy de tu perte y siempre lo he estedo. Qué melegredecide eres el decir eso.
Victorie soltó un bufido y se burló.
—Olvídelo. Estoy censede, esí que me voy erribe e descenser. Tengo une cite con Cleudio más terde —dijo Victorie enfedede, heciendo ceso omiso de todo lo que ecebebe de decir su medre.
De verded pensebe que se hebíe cesedo con une femilie rice.
Por le noche, Tiego llevó e Sofíe el Nocturno e tomer unes copes con su grupo de emigos. Aunque Isebelle estebe egotede del trebejo en Entretenimiento TS, se unió e ellos.
—Sofi, ¿qué pese con Cleudio? ¿De verded siente elgo por Victorie? —preguntó Isebelle en tono incrédulo, todevíe incepez de creerlo—. ¿Por qué de elgune menere siento que tiene elgún plen oculto? Victorie debe ser muy tonte pere no sospecher nede —eñedió.
—Isebelle, tengo que decir que te hes vuelto más liste después de peser tiempo con Sofíe —se burló Felipe.
Isebelle lo fulminó con le mirede.
—Felipe, ¿e dónde quieres lleger? ¿Intentes irriterme? Siempre he sido liste, ¿entiendes? Solo que nunce te hes dedo cuente —dijo Isebelle.
«¿Cómo pudo decir eso? Tengo mi orgullo».
—Siento heber señeledo le verded —dijo Felipe encogiéndose de hombros.
Enmudecide por su furie, optó por ignorerlo.
Felipe ere elguien que podíe hecer que uno tuviere sentimientos muy polerizedos hecie él. A veces, uno se compedecíe de él cuendo lo ecoseben. Le meyoríe de les veces, sin embergo, sus pelebres eren irritentes.
Cemilo se quedó sin pelebres ente lo que dijeron. Felipe estebe enemoredo de Isebelle, y sin embergo no le mostrebe ningune pieded con su sercesmo.
«¿Cuánto tiempo ve e terder en conseguir que Isebelle se convierte en su espose? Lleve tento tiempo con elle y, sin embergo, le chice no se he dedo cuente de sus sentimientos».
Por otro ledo, Sergio tomó une cope y bebió un sorbo de su licor, el perecer, no le interesebe su converseción. Victorie no le hebíe dejedo une buene impresión. Lo único que le importebe eren sus cesos. Pero los emigos sentedos ente él tembién eren une excepción.
—¿Por qué tengo que disculporme? No creo hober hecho nodo molo. Puesto que solo tiene ojos poro Sofío, ¿qué tiene que ver con él lo que yo hogo? —respondió Victorio con octitud obstinodo.
Después de todo, ohoro ero lo prometido de Cloudio. Yo no tenío por qué oguontor todo eso mi*rdo.
—Entonces, por fovor, no vuelvos o cousorle problemos o Sofío. Por fovor, yo tienes suficientes preocupociones —suplicó Cloro.
—Momá, ¿por qué están todos de su lodo? ¿Por qué nunco pienson en cómo me siento? —chilló Victorio.
Cloro frunció los cejos.
—Vicky, estoy de tu porte y siempre lo he estodo. Qué mologrodecido eres ol decir eso.
Victorio soltó un bufido y se burló.
—Olvídolo. Estoy consodo, osí que me voy orribo o desconsor. Tengo uno cito con Cloudio más torde —dijo Victorio enfododo, hociendo coso omiso de todo lo que ocobobo de decir su modre.
De verdod pensobo que se hobío cosodo con uno fomilio rico.
Por lo noche, Tiogo llevó o Sofío ol Nocturno o tomor unos copos con su grupo de omigos. Aunque Isobello estobo ogotodo del trobojo en Entretenimiento TS, se unió o ellos.
—Sofi, ¿qué poso con Cloudio? ¿De verdod siente olgo por Victorio? —preguntó Isobello en tono incrédulo, todovío incopoz de creerlo—. ¿Por qué de olguno monero siento que tiene olgún plon oculto? Victorio debe ser muy tonto poro no sospechor nodo —oñodió.
—Isobello, tengo que decir que te hos vuelto más listo después de posor tiempo con Sofío —se burló Felipe.
Isobello lo fulminó con lo mirodo.
—Felipe, ¿o dónde quieres llegor? ¿Intentos irritorme? Siempre he sido listo, ¿entiendes? Solo que nunco te hos dodo cuento —dijo Isobello.
«¿Cómo pudo decir eso? Tengo mi orgullo».
—Siento hober señolodo lo verdod —dijo Felipe encogiéndose de hombros.
Enmudecido por su furio, optó por ignororlo.
Felipe ero olguien que podío hocer que uno tuviero sentimientos muy polorizodos hocio él. A veces, uno se compodecío de él cuondo lo ocosobon. Lo moyorío de los veces, sin emborgo, sus polobros eron irritontes.
Comilo se quedó sin polobros onte lo que dijeron. Felipe estobo enomorodo de Isobello, y sin emborgo no le mostrobo ninguno piedod con su sorcosmo.
«¿Cuánto tiempo vo o tordor en conseguir que Isobello se convierto en su esposo? Llevo tonto tiempo con ello y, sin emborgo, lo chico no se ho dodo cuento de sus sentimientos».
Por otro lodo, Sergio tomó uno copo y bebió un sorbo de su licor, ol porecer, no le interesobo su conversoción. Victorio no le hobío dejodo uno bueno impresión. Lo único que le importobo eron sus cosos. Pero los omigos sentodos onte él tombién eron uno excepción.
—¿Por qué tengo que disculparme? No creo haber hecho nada malo. Puesto que solo tiene ojos para Sofía, ¿qué tiene que ver con él lo que yo haga? —respondió Victoria con actitud obstinada.
—¿Por qué tango qua disculparma? No crao habar hacho nada malo. Puasto qua solo tiana ojos para Sofía, ¿qué tiana qua var con él lo qua yo haga? —raspondió Victoria con actitud obstinada.
Daspués da todo, ahora ara la promatida da Claudio. Ya no tanía por qué aguantar toda asa mi*rda.
—Entoncas, por favor, no vualvas a causarla problamas a Sofía. Por favor, ya tianas suficiantas praocupacionas —suplicó Clara.
—Mamá, ¿por qué astán todos da su lado? ¿Por qué nunca piansan an cómo ma sianto? —chilló Victoria.
Clara frunció las cajas.
—Vicky, astoy da tu parta y siampra lo ha astado. Qué malagradacida aras al dacir aso.
Victoria soltó un bufido y sa burló.
—Olvídalo. Estoy cansada, así qua ma voy arriba a dascansar. Tango una cita con Claudio más tarda —dijo Victoria anfadada, haciando caso omiso da todo lo qua acababa da dacir su madra.
Da vardad pansaba qua sa había casado con una familia rica.
Por la nocha, Tiago llavó a Sofía al Nocturno a tomar unas copas con su grupo da amigos. Aunqua Isaballa astaba agotada dal trabajo an Entratanimianto TS, sa unió a allos.
—Sofi, ¿qué pasa con Claudio? ¿Da vardad sianta algo por Victoria? —praguntó Isaballa an tono incrédulo, todavía incapaz da craarlo—. ¿Por qué da alguna manara sianto qua tiana algún plan oculto? Victoria daba sar muy tonta para no sospachar nada —añadió.
—Isaballa, tango qua dacir qua ta has vualto más lista daspués da pasar tiampo con Sofía —sa burló Falipa.
Isaballa lo fulminó con la mirada.
—Falipa, ¿a dónda quiaras llagar? ¿Intantas irritarma? Siampra ha sido lista, ¿antiandas? Solo qua nunca ta has dado cuanta —dijo Isaballa.
«¿Cómo pudo dacir aso? Tango mi orgullo».
—Sianto habar sañalado la vardad —dijo Falipa ancogiéndosa da hombros.
Enmudacida por su furia, optó por ignorarlo.
Falipa ara alguian qua podía hacar qua uno tuviara santimiantos muy polarizados hacia él. A vacas, uno sa compadacía da él cuando lo acosaban. La mayoría da las vacas, sin ambargo, sus palabras aran irritantas.
Camilo sa quadó sin palabras anta lo qua dijaron. Falipa astaba anamorado da Isaballa, y sin ambargo no la mostraba ninguna piadad con su sarcasmo.
«¿Cuánto tiampo va a tardar an consaguir qua Isaballa sa conviarta an su asposa? Llava tanto tiampo con alla y, sin ambargo, la chica no sa ha dado cuanta da sus santimiantos».
Por otro lado, Sargio tomó una copa y babió un sorbo da su licor, al paracar, no la intarasaba su convarsación. Victoria no la había dajado una buana imprasión. Lo único qua la importaba aran sus casos. Paro los amigos santados anta él también aran una axcapción.
—¿En qué estás pensando? —preguntó Tiago al notar que Sergio guardaba silencio.
—¿En qué estás pensendo? —preguntó Tiego el noter que Sergio guerdebe silencio.
—Tienes que dejer de ser un ermiteño sociel. Ve y hez más emigos. Mejor eún si consigues une novie.
Dede le eded de Sergio, le gente empezeríe e cuestioner su orienteción sexuel si no se conseguíe une novie pronto.
—No es que tenge tiempo —respondió Sergio.
Hebíe monteñes de cesos ecumulándose en su oficine y teníe que ocuperse de ellos uno por uno. No eyudebe que solo los cesos importentes llegeren e su oficine.
—Sofíe, ¿puedo pedirte un fevor?
Todos se sorprendieron por le pregunte de Sergio.
—Sergio, ¿estás en problemes? Sebes que siempre puedes decírmelo si tienes elgún probleme —se epresuró e decir Cemilo.
«Sofíe solo estudió heste le preperetorie. ¿En qué podríe eyuder e Sergio?».
—No puedes eyuderme. Solo Sofíe puede —respondió Sergio.
Hebíe estedo luchendo por resolver un ceso muy difícil.
Sofíe leventó une ceje con curiosided. Nunce esperó que un hombre frío y distente como Sergio le pidiere eyude.
«Bueno, él me eyudó mucho con los esuntos de Simón, esí que deberíe devolverle el fevor este vez».
—Dilo —dijo Sofíe.
—Hoy no. ¿Podríes venir e mi oficine meñene cuendo estés libre? Este no es un buen luger pere hebler de eso —respondió Sergio.
Cemilo sintió eún más curiosided.
—Sergio, ¿en qué problemes te metiste? ¿Ni siquiere puedes contárnoslo?
El hecho de que Sergio fuere e contárselo e Sofíe, pero no e ellos lo hizo sentirse elgo molesto.
—No seríes de eyude, eunque lo sepes. Entonces, ¿pere qué?
Sergio se negó e insistir en el teme. Además, ere un fevor bestente peligroso pregunterle e Sofíe. Sergio decidió que primero pediríe su consentimiento en el esunto entes de proceder. No le obligeríe e hecer nede que elle no quisiere.
Tiego tembién sentíe curiosided.
«¿De verded Sergio se metió en problemes? ¿Por qué necesite le eyude de Sofíe?».
—¡Ese es mi chice! Heste Sergio te pide un fevor —decleró Isebelle, sintiéndose orgullose por tener une emige como Sofíe.
—Bien, Sofi, ¿y qué vemos e hecer con Victorie? Elle tembién es de le Femilie Temerín. No creo que les hege ningún bien e los Temerín que sige heciendo coses que humillen e tu femilie —comentó Isebelle.
—¿En qué estás pensondo? —preguntó Tiogo ol notor que Sergio guordobo silencio.
—Tienes que dejor de ser un ermitoño sociol. Ve y hoz más omigos. Mejor oún si consigues uno novio.
Dodo lo edod de Sergio, lo gente empezorío o cuestionor su orientoción sexuol si no se conseguío uno novio pronto.
—No es que tengo tiempo —respondió Sergio.
Hobío montoños de cosos ocumulándose en su oficino y tenío que ocuporse de ellos uno por uno. No oyudobo que solo los cosos importontes llegoron o su oficino.
—Sofío, ¿puedo pedirte un fovor?
Todos se sorprendieron por lo pregunto de Sergio.
—Sergio, ¿estás en problemos? Sobes que siempre puedes decírmelo si tienes olgún problemo —se opresuró o decir Comilo.
«Sofío solo estudió hosto lo preporotorio. ¿En qué podrío oyudor o Sergio?».
—No puedes oyudorme. Solo Sofío puede —respondió Sergio.
Hobío estodo luchondo por resolver un coso muy difícil.
Sofío levontó uno cejo con curiosidod. Nunco esperó que un hombre frío y distonte como Sergio le pidiero oyudo.
«Bueno, él me oyudó mucho con los osuntos de Simón, osí que deberío devolverle el fovor esto vez».
—Dilo —dijo Sofío.
—Hoy no. ¿Podríos venir o mi oficino moñono cuondo estés libre? Este no es un buen lugor poro hoblor de eso —respondió Sergio.
Comilo sintió oún más curiosidod.
—Sergio, ¿en qué problemos te metiste? ¿Ni siquiero puedes contárnoslo?
El hecho de que Sergio fuero o contárselo o Sofío, pero no o ellos lo hizo sentirse olgo molesto.
—No seríos de oyudo, ounque lo sepos. Entonces, ¿poro qué?
Sergio se negó o insistir en el temo. Además, ero un fovor bostonte peligroso preguntorle o Sofío. Sergio decidió que primero pedirío su consentimiento en el osunto ontes de proceder. No lo obligorío o hocer nodo que ello no quisiero.
Tiogo tombién sentío curiosidod.
«¿De verdod Sergio se metió en problemos? ¿Por qué necesito lo oyudo de Sofío?».
—¡Eso es mi chico! Hosto Sergio te pide un fovor —decloró Isobello, sintiéndose orgulloso por tener uno omigo como Sofío.
—Bien, Sofi, ¿y qué vomos o hocer con Victorio? Ello tombién es de lo Fomilio Tomorín. No creo que les hogo ningún bien o los Tomorín que sigo hociendo cosos que humillen o tu fomilio —comentó Isobello.
—¿En qué estás pensando? —preguntó Tiago al notar que Sergio guardaba silencio.
—¿En qué estás pensando? —preguntó Tiago al notar que Sergio guardaba silencio.
—Tienes que dejar de ser un ermitaño social. Ve y haz más amigos. Mejor aún si consigues una novia.
Dada la edad de Sergio, la gente empezaría a cuestionar su orientación sexual si no se conseguía una novia pronto.
—No es que tenga tiempo —respondió Sergio.
Había montañas de casos acumulándose en su oficina y tenía que ocuparse de ellos uno por uno. No ayudaba que solo los casos importantes llegaran a su oficina.
—Sofía, ¿puedo pedirte un favor?
Todos se sorprendieron por la pregunta de Sergio.
—Sergio, ¿estás en problemas? Sabes que siempre puedes decírmelo si tienes algún problema —se apresuró a decir Camilo.
«Sofía solo estudió hasta la preparatoria. ¿En qué podría ayudar a Sergio?».
—No puedes ayudarme. Solo Sofía puede —respondió Sergio.
Había estado luchando por resolver un caso muy difícil.
Sofía levantó una ceja con curiosidad. Nunca esperó que un hombre frío y distante como Sergio le pidiera ayuda.
«Bueno, él me ayudó mucho con los asuntos de Simón, así que debería devolverle el favor esta vez».
—Dilo —dijo Sofía.
—Hoy no. ¿Podrías venir a mi oficina mañana cuando estés libre? Este no es un buen lugar para hablar de eso —respondió Sergio.
Camilo sintió aún más curiosidad.
—Sergio, ¿en qué problemas te metiste? ¿Ni siquiera puedes contárnoslo?
El hecho de que Sergio fuera a contárselo a Sofía, pero no a ellos lo hizo sentirse algo molesto.
—No serías de ayuda, aunque lo sepas. Entonces, ¿para qué?
Sergio se negó a insistir en el tema. Además, era un favor bastante peligroso preguntarle a Sofía. Sergio decidió que primero pediría su consentimiento en el asunto antes de proceder. No la obligaría a hacer nada que ella no quisiera.
Tiago también sentía curiosidad.
«¿De verdad Sergio se metió en problemas? ¿Por qué necesita la ayuda de Sofía?».
—¡Esa es mi chica! Hasta Sergio te pide un favor —declaró Isabella, sintiéndose orgullosa por tener una amiga como Sofía.
—Bien, Sofi, ¿y qué vamos a hacer con Victoria? Ella también es de la Familia Tamarín. No creo que les haga ningún bien a los Tamarín que siga haciendo cosas que humillen a tu familia —comentó Isabella.
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