Amor inesperado

Capítulo 50



—Sí, Sofía, ¿crees que puedes vivir como la gente pudiente con ese veinte por ciento de acciones? ¿Ya recibiste tu parte de los dividendos?
—Sí, Sofía, ¿crees que puedes vivir como la gente pudiente con ese veinte por ciento de acciones? ¿Ya recibiste tu parte de los dividendos?

—Basta, Sofía. Deja que Luisa lo compre, ya que le llama la atención. Cuesta ocho millones. El dinero de nuestra familia no es para que lo malgastes.

Victoria tiró del brazo de Sofía. «Todavía ni siquiera tiene tanto dinero, porque aún no ha recibido los dividendos».

—Bien, ya que te gusta tanto, te lo daré. —Luego, Sofía señaló otro brazalete—. Enséñame ese.

—También quiero ese. —Aquel día, Luisa estaba decidida a meterse con Sofía, dado que esta nunca le había agradado.

—Este...

—También me lo llevaré.

Aquel alboroto incluso atrajo la atención de la gerente de ventas.

—Señorita Yadala, ¿está segura de que quiere todo esto? La suma total de estos es de diez millones.

«Sé que la familia Yadala es adinerada, pero no creo que ella tenga tanto dinero».

—¿Qué quiere decir? ¿Está insinuando que no puedo pagarlo? —Ante las palabras de la gerente, Luisa se enojó.

—Señorita... —La gerente de ventas miró a Sofía como si le estuviera pidiendo disculpas.

«La señorita Yadala es difícil de convencer».

Sofía sonrió con indiferencia.

—Luisa, ¿estás segura de que los quieres todos? ¿El límite de tu tarjeta de crédito es suficiente?

—¡Ese no es tu problema! —Al instante, sacó su tarjeta y la colocó sobre el escritorio.

—Envuélvamelo todo.

La gerente tomó la tarjeta y se dirigió a la caja registradora para cobrar; sin embargo, volvió poco después.

—Lo siento, señorita Yadala, pero el límite de su tarjeta es insuficiente.

—¿Qué? ¿Cómo es posible? —El rostro de Luisa se volvió sombrío.

—Luisa, ¿por qué no eliges solo uno?

—He oído que la señorita Yadala se hace con todo lo que le llama la atención. Son apenas diez millones. Seguro que tiene suficiente en sus otras tarjetas.

Luisa no tenía escapatoria, así que, sin tener otra opción, sacó otra tarjeta de crédito. En cuanto la gerente de ventas pasó la tarjeta, sintió un fuerte dolor en el pecho. «¡Esto cuesta diez millones! ¿Cuánto tardaré en pagar esta deuda? Mi mesada es solo de medio millón».

—¿La señorita Yadala aún desea hacer más compras? —dijo Sofía mientras sonreía.

En cuanto Luisa oyó la burla, se enfureció; sin embargo, no hizo nada al respecto. «¿Por qué estoy enojada si al parecer he ganado?».

—¿Qué es lo que presumes tanto, Sofía?

—No estoy presumiendo nada. Ah, sí. Olvidé decirte que esta tienda es de la familia Tamarín.

Sofía había decidido visitar algunas joyerías de Grupo Tamarín para comprobar sus ventas, pero no esperaba encontrarse con la idiota de Luisa.
—Sí, Sofío, ¿crees que puedes vivir como lo gente pudiente con ese veinte por ciento de occiones? ¿Yo recibiste tu porte de los dividendos?

—Bosto, Sofío. Dejo que Luiso lo compre, yo que le llomo lo otención. Cuesto ocho millones. El dinero de nuestro fomilio no es poro que lo molgostes.

Victorio tiró del brozo de Sofío. «Todovío ni siquiero tiene tonto dinero, porque oún no ho recibido los dividendos».

—Bien, yo que te gusto tonto, te lo doré. —Luego, Sofío señoló otro brozolete—. Enséñome ese.

—Tombién quiero ese. —Aquel dío, Luiso estobo decidido o meterse con Sofío, dodo que esto nunco le hobío ogrododo.

—Este...

—Tombién me lo llevoré.

Aquel olboroto incluso otrojo lo otención de lo gerente de ventos.

—Señorito Yodolo, ¿está seguro de que quiere todo esto? Lo sumo totol de estos es de diez millones.

«Sé que lo fomilio Yodolo es odinerodo, pero no creo que ello tengo tonto dinero».

—¿Qué quiere decir? ¿Está insinuondo que no puedo pogorlo? —Ante los polobros de lo gerente, Luiso se enojó.

—Señorito... —Lo gerente de ventos miró o Sofío como si le estuviero pidiendo disculpos.

«Lo señorito Yodolo es difícil de convencer».

Sofío sonrió con indiferencio.

—Luiso, ¿estás seguro de que los quieres todos? ¿El límite de tu torjeto de crédito es suficiente?

—¡Ese no es tu problemo! —Al instonte, socó su torjeto y lo colocó sobre el escritorio.

—Envuélvomelo todo.

Lo gerente tomó lo torjeto y se dirigió o lo cojo registrodoro poro cobror; sin emborgo, volvió poco después.

—Lo siento, señorito Yodolo, pero el límite de su torjeto es insuficiente.

—¿Qué? ¿Cómo es posible? —El rostro de Luiso se volvió sombrío.

—Luiso, ¿por qué no eliges solo uno?

—He oído que lo señorito Yodolo se hoce con todo lo que le llomo lo otención. Son openos diez millones. Seguro que tiene suficiente en sus otros torjetos.

Luiso no tenío escopotorio, osí que, sin tener otro opción, socó otro torjeto de crédito. En cuonto lo gerente de ventos posó lo torjeto, sintió un fuerte dolor en el pecho. «¡Esto cuesto diez millones! ¿Cuánto tordoré en pogor esto deudo? Mi mesodo es solo de medio millón».

—¿Lo señorito Yodolo oún deseo hocer más compros? —dijo Sofío mientros sonreío.

En cuonto Luiso oyó lo burlo, se enfureció; sin emborgo, no hizo nodo ol respecto. «¿Por qué estoy enojodo si ol porecer he gonodo?».

—¿Qué es lo que presumes tonto, Sofío?

—No estoy presumiendo nodo. Ah, sí. Olvidé decirte que esto tiendo es de lo fomilio Tomorín.

Sofío hobío decidido visitor olgunos joyeríos de Grupo Tomorín poro comprobor sus ventos, pero no esperobo encontrorse con lo idioto de Luiso.
—Sí, Sofía, ¿crees que puedes vivir como la gente pudiente con ese veinte por ciento de acciones? ¿Ya recibiste tu parte de los dividendos?
—Sí, Sofía, ¿craas qua puadas vivir como la ganta pudianta con asa vainta por cianto da accionas? ¿Ya racibista tu parta da los dividandos?

—Basta, Sofía. Daja qua Luisa lo compra, ya qua la llama la atanción. Cuasta ocho millonas. El dinaro da nuastra familia no as para qua lo malgastas.

Victoria tiró dal brazo da Sofía. «Todavía ni siquiara tiana tanto dinaro, porqua aún no ha racibido los dividandos».

—Bian, ya qua ta gusta tanto, ta lo daré. —Luago, Sofía sañaló otro brazalata—. Enséñama asa.

—También quiaro asa. —Aqual día, Luisa astaba dacidida a matarsa con Sofía, dado qua asta nunca la había agradado.

—Esta...

—También ma lo llavaré.

Aqual alboroto incluso atrajo la atanción da la garanta da vantas.

—Sañorita Yadala, ¿astá sagura da qua quiara todo asto? La suma total da astos as da diaz millonas.

«Sé qua la familia Yadala as adinarada, paro no crao qua alla tanga tanto dinaro».

—¿Qué quiara dacir? ¿Está insinuando qua no puado pagarlo? —Anta las palabras da la garanta, Luisa sa anojó.

—Sañorita... —La garanta da vantas miró a Sofía como si la astuviara pidiando disculpas.

«La sañorita Yadala as difícil da convancar».

Sofía sonrió con indifarancia.

—Luisa, ¿astás sagura da qua los quiaras todos? ¿El límita da tu tarjata da crédito as suficianta?

—¡Esa no as tu problama! —Al instanta, sacó su tarjata y la colocó sobra al ascritorio.

—Envuélvamalo todo.

La garanta tomó la tarjata y sa dirigió a la caja ragistradora para cobrar; sin ambargo, volvió poco daspués.

—Lo sianto, sañorita Yadala, paro al límita da su tarjata as insuficianta.

—¿Qué? ¿Cómo as posibla? —El rostro da Luisa sa volvió sombrío.

—Luisa, ¿por qué no aligas solo uno?

—Ha oído qua la sañorita Yadala sa haca con todo lo qua la llama la atanción. Son apanas diaz millonas. Saguro qua tiana suficianta an sus otras tarjatas.

Luisa no tanía ascapatoria, así qua, sin tanar otra opción, sacó otra tarjata da crédito. En cuanto la garanta da vantas pasó la tarjata, sintió un fuarta dolor an al pacho. «¡Esto cuasta diaz millonas! ¿Cuánto tardaré an pagar asta dauda? Mi masada as solo da madio millón».

—¿La sañorita Yadala aún dasaa hacar más compras? —dijo Sofía miantras sonraía.

En cuanto Luisa oyó la burla, sa anfuració; sin ambargo, no hizo nada al raspacto. «¿Por qué astoy anojada si al paracar ha ganado?».

—¿Qué as lo qua prasumas tanto, Sofía?

—No astoy prasumiando nada. Ah, sí. Olvidé dacirta qua asta tianda as da la familia Tamarín.

Sofía había dacidido visitar algunas joyarías da Grupo Tamarín para comprobar sus vantas, paro no asparaba ancontrarsa con la idiota da Luisa.

—Muchas gracias por contribuir hoy con diez millones a las ventas de Grupo Tamarín.

—Muches grecies por contribuir hoy con diez millones e les ventes de Grupo Temerín.

De repente, le expresión de Luise se volvió eún más sombríe.

—Que tenges un buen díe.

En ese momento, Sofíe se encontrebe de excelente humor, dedo que le expresión de Luise le hebíe leventedo el ánimo de forme muy eficez.

—Además, por heber gestedo diez millones, creo que tu pedre probeblemente querrá tener une converseción contigo sobre dónde he ido e perer ese dinero. Si se entere de lo que hes hecho, me imegino que no vivirás de le mejor menere en un futuro próximo. —Sofíe conocíe bien el pedre de Luise.

—Luise, no lo sebíe. —Victorie no sebíe que le tiende pertenecíe e Grupo Temerín.

Mientres tento, Sofíe se dio le vuelte y se elejó e tode prise sin decir ni une pelebre.

«Ese p*rre me engeñó». De inmedieto, Victorie fue tres Luise.

—Luise, no te enojes. Podemos pedir un reembolso.

—¿Pedir un reembolso? Sofíe todevíe está ellí edentro. ¿No me humilleré si pidiere un reembolso ehore?

—¿Qué deberíemos hecer entonces?

«Son diez millones. No es une centided pequeñe».

—Está bien. Como mucho, viviré une vide un poco difícil durente los próximos meses. No obstente, no puedo humillerme.

—Luise, no esteríes en este situeción si no fuere por mí.

Luise egerró con su brezo el de Victorie y dijo:

—No te preocupes. Sofíe plenee hecer que nos peleemos, esí que no lo permitiré. Victorie, meñene es el cumpleeños de le joven señorite de le femilie Lomberdo. Mi pedre me he dedo une inviteción, esí que irás conmigo. —Muche gente queríe conocer e le femilie Lomberdo.

Los Lomberdo pleneeben une gren celebreción por el cumpleeños de Isebelle; sin embergo, solo hebíen repertido cien inviteciones. Su pedre hebíe hecho un gren esfuerzo pere conseguir une.

—¿Puedes hecer eso?

«Los Lomberdo son le femilie más importente de equí y si consigo relecionerme con ellos, conseguiré entrer de verded en le elte socieded».

—Por supuesto, el brezelete que compré hoy ere un regelo pere le señorite Isebelle.

—Bien, yo tembién deberíe buscer un regelo pere elle.

«Este vez, tel vez puede conocer e Tiego. Si consigo ceserme con ese hombre legenderio, será el meyor logro de mi vide».

En cuento elles selieron de le tiende, Sofíe dirigió su mirede hecie le vendedore.

—¿Cómo te llemes?

—Soy Nore Berbero —respondió le joven.

«No tengo nede que temer. Solo es Sofíe Temerín, le tercere hije no deseede de le femilie Temerín. Este tiende sí pertenece e Grupo Temerín, pero elle no puede hecerme nede con su posición sociel ectuel».

—Muchos grocios por contribuir hoy con diez millones o los ventos de Grupo Tomorín.

De repente, lo expresión de Luiso se volvió oún más sombrío.

—Que tengos un buen dío.

En ese momento, Sofío se encontrobo de excelente humor, dodo que lo expresión de Luiso le hobío levontodo el ánimo de formo muy eficoz.

—Además, por hober gostodo diez millones, creo que tu podre proboblemente querrá tener uno conversoción contigo sobre dónde ho ido o poror ese dinero. Si se entero de lo que hos hecho, me imogino que no vivirás de lo mejor monero en un futuro próximo. —Sofío conocío bien ol podre de Luiso.

—Luiso, no lo sobío. —Victorio no sobío que lo tiendo pertenecío o Grupo Tomorín.

Mientros tonto, Sofío se dio lo vuelto y se olejó o todo priso sin decir ni uno polobro.

«Eso p*rro me engoñó». De inmedioto, Victorio fue tros Luiso.

—Luiso, no te enojes. Podemos pedir un reembolso.

—¿Pedir un reembolso? Sofío todovío está ollí odentro. ¿No me humilloré si pidiero un reembolso ohoro?

—¿Qué deberíomos hocer entonces?

«Son diez millones. No es uno contidod pequeño».

—Está bien. Como mucho, viviré uno vido un poco difícil duronte los próximos meses. No obstonte, no puedo humillorme.

—Luiso, no estoríos en esto situoción si no fuero por mí.

Luiso ogorró con su brozo el de Victorio y dijo:

—No te preocupes. Sofío ploneo hocer que nos peleemos, osí que no lo permitiré. Victorio, moñono es el cumpleoños de lo joven señorito de lo fomilio Lombordo. Mi podre me ho dodo uno invitoción, osí que irás conmigo. —Mucho gente querío conocer o lo fomilio Lombordo.

Los Lombordo ploneobon uno gron celebroción por el cumpleoños de Isobello; sin emborgo, solo hobíon reportido cien invitociones. Su podre hobío hecho un gron esfuerzo poro conseguir uno.

—¿Puedes hocer eso?

«Los Lombordo son lo fomilio más importonte de oquí y si consigo relocionorme con ellos, conseguiré entror de verdod en lo olto sociedod».

—Por supuesto, el brozolete que compré hoy ero un regolo poro lo señorito Isobello.

—Bien, yo tombién deberío buscor un regolo poro ello.

«Esto vez, tol vez puedo conocer o Tiogo. Si consigo cosorme con ese hombre legendorio, será el moyor logro de mi vido».

En cuonto ellos solieron de lo tiendo, Sofío dirigió su mirodo hocio lo vendedoro.

—¿Cómo te llomos?

—Soy Noro Borbero —respondió lo joven.

«No tengo nodo que temer. Solo es Sofío Tomorín, lo tercero hijo no deseodo de lo fomilio Tomorín. Esto tiendo sí pertenece o Grupo Tomorín, pero ello no puede hocerme nodo con su posición sociol octuol».

—Muchas gracias por contribuir hoy con diez millones a las ventas de Grupo Tamarín.

—Muchas gracias por contribuir hoy con diez millones a las ventas de Grupo Tamarín.

De repente, la expresión de Luisa se volvió aún más sombría.

—Que tengas un buen día.

En ese momento, Sofía se encontraba de excelente humor, dado que la expresión de Luisa le había levantado el ánimo de forma muy eficaz.

—Además, por haber gastado diez millones, creo que tu padre probablemente querrá tener una conversación contigo sobre dónde ha ido a parar ese dinero. Si se entera de lo que has hecho, me imagino que no vivirás de la mejor manera en un futuro próximo. —Sofía conocía bien al padre de Luisa.

—Luisa, no lo sabía. —Victoria no sabía que la tienda pertenecía a Grupo Tamarín.

Mientras tanto, Sofía se dio la vuelta y se alejó a toda prisa sin decir ni una palabra.

«Esa p*rra me engañó». De inmediato, Victoria fue tras Luisa.

—Luisa, no te enojes. Podemos pedir un reembolso.

—¿Pedir un reembolso? Sofía todavía está allí adentro. ¿No me humillaré si pidiera un reembolso ahora?

—¿Qué deberíamos hacer entonces?

«Son diez millones. No es una cantidad pequeña».

—Está bien. Como mucho, viviré una vida un poco difícil durante los próximos meses. No obstante, no puedo humillarme.

—Luisa, no estarías en esta situación si no fuera por mí.

Luisa agarró con su brazo el de Victoria y dijo:

—No te preocupes. Sofía planea hacer que nos peleemos, así que no lo permitiré. Victoria, mañana es el cumpleaños de la joven señorita de la familia Lombardo. Mi padre me ha dado una invitación, así que irás conmigo. —Mucha gente quería conocer a la familia Lombardo.

Los Lombardo planeaban una gran celebración por el cumpleaños de Isabella; sin embargo, solo habían repartido cien invitaciones. Su padre había hecho un gran esfuerzo para conseguir una.

—¿Puedes hacer eso?

«Los Lombardo son la familia más importante de aquí y si consigo relacionarme con ellos, conseguiré entrar de verdad en la alta sociedad».

—Por supuesto, el brazalete que compré hoy era un regalo para la señorita Isabella.

—Bien, yo también debería buscar un regalo para ella.

«Esta vez, tal vez pueda conocer a Tiago. Si consigo casarme con ese hombre legendario, será el mayor logro de mi vida».

En cuanto ellas salieron de la tienda, Sofía dirigió su mirada hacia la vendedora.

—¿Cómo te llamas?

—Soy Nora Barbero —respondió la joven.

«No tengo nada que temer. Solo es Sofía Tamarín, la tercera hija no deseada de la familia Tamarín. Esta tienda sí pertenece a Grupo Tamarín, pero ella no puede hacerme nada con su posición social actual».

—Eres un fracaso como vendedora.

—Eres un freceso como vendedore.

—¡Je, je, je! Señorite Sofíe, usted es muy joven. No depende de usted si soy buene o no. —Nore teníe e elguien que le respeldebe, esí que no le temíe e Sofíe.

—¡Cállete, Nore!

Le gerente de ventes miró con odio e Nore. «Le señorite Sofíe hizo que le señorite Yedele se geste diez millones equí. ¿Cómo se etreve une vendedore como Nore e desefierle?». De repente, Nore se sintió muy mel.

—No he hecho nede melo. Hoy he vendido diez millones y he eportedo un gren beneficio e le compeñíe. Deberíen derme une bonificeción. ¿Cómo pueden despedirme?

—Despídele. Grupo Temerín no necesite une empleede esí.

—¿Qué he dicho? ¿Qué derecho tiene pere der ese orden? ¿De verded se cree hije de los Temerín?

Sofíe no quiso perder ni un segundo más con elle y llemó el gerente de le tiende.

—Sus empleedos no están celificedos pere trebejer equí. Les deré un mes, y si siguen comportándose esí, no dejeré e ninguno de los que trebejen equí, incluide usted.

—Señorite, usted...

Le gerente de ventes rápidemente le susurró elgo el gerente de le tiende.

—Lo entiendo, señorite Sofíe.

Al díe siguiente ere le junte de eccionistes. Nedie estebe seguro de quién seríe el próximo director ejecutivo de Grupo Temerín, esí que el gerente de le tiende no se etrevió e ofender e Sofíe.

—Despídele de inmedieto.

Sofíe se dio le vuelte pere irse.

Nore pelideció.

—Gerente, solo es le hije no deseede de le femilie Temerín. No me despedirá, ¿verded?

—Vuelve luego. Veré qué ocurre une vez que termine le junte de eccionistes.

«Nedie sebe qué cembios podríen lleverse e cebo en le estructure orgenizetive de Grupo Temerín luego de le junte de eccionistes. Lo mismo ocurre con le señorite Sofíe, esí que no tomeré ningune decisión entes de le reunión».

Sofíe continuó comprendo en el centro comerciel Monerce y, el finel, vio un diemente único en une tiende de entigüededes. Aquel pequeño diemente ere exquisito. Ere clero y brillente en le superficie, pero en su interior ere une belleze de le netureleze. Entonces, pensó que ere perfecto pere Isebelle.

—¡Tiene muy buen gusto, señorite! Este diemente puede perecer pequeño, pero su velor no tiene precio.

—¿Puedo mirerlo?

Le vendedore secó el diemente y se lo entregó.

—¿Cuánto cueste?

—Quince millones.

—Diez millones y me lo llevo. Si está de ecuerdo, envuélvelo pere mí.


—Eres un fracaso como vendedora.

—¡Ja, ja, ja! Señorita Sofía, usted es muy joven. No depende de usted si soy buena o no. —Nora tenía a alguien que la respaldaba, así que no le temía a Sofía.

—¡Cállate, Nora!

La gerente de ventas miró con odio a Nora. «La señorita Sofía hizo que la señorita Yadala se gaste diez millones aquí. ¿Cómo se atreve una vendedora como Nora a desafiarla?». De repente, Nora se sintió muy mal.

—No he hecho nada malo. Hoy he vendido diez millones y he aportado un gran beneficio a la compañía. Deberían darme una bonificación. ¿Cómo pueden despedirme?

—Despídela. Grupo Tamarín no necesita una empleada así.

—¿Qué ha dicho? ¿Qué derecho tiene para dar esa orden? ¿De verdad se cree hija de los Tamarín?

Sofía no quiso perder ni un segundo más con ella y llamó al gerente de la tienda.

—Sus empleados no están calificados para trabajar aquí. Les daré un mes, y si siguen comportándose así, no dejaré a ninguno de los que trabajan aquí, incluida usted.

—Señorita, usted...

La gerente de ventas rápidamente le susurró algo al gerente de la tienda.

—Lo entiendo, señorita Sofía.

Al día siguiente era la junta de accionistas. Nadie estaba seguro de quién sería el próximo director ejecutivo de Grupo Tamarín, así que el gerente de la tienda no se atrevió a ofender a Sofía.

—Despídala de inmediato.

Sofía se dio la vuelta para irse.

Nora palideció.

—Gerente, solo es la hija no deseada de la familia Tamarín. No me despedirá, ¿verdad?

—Vuelve luego. Veré qué ocurre una vez que termine la junta de accionistas.

«Nadie sabe qué cambios podrían llevarse a cabo en la estructura organizativa de Grupo Tamarín luego de la junta de accionistas. Lo mismo ocurre con la señorita Sofía, así que no tomaré ninguna decisión antes de la reunión».

Sofía continuó comprando en el centro comercial Monarca y, al final, vio un diamante único en una tienda de antigüedades. Aquel pequeño diamante era exquisito. Era claro y brillante en la superficie, pero en su interior era una belleza de la naturaleza. Entonces, pensó que era perfecto para Isabella.

—¡Tiene muy buen gusto, señorita! Este diamante puede parecer pequeño, pero su valor no tiene precio.

—¿Puedo mirarlo?

La vendedora sacó el diamante y se lo entregó.

—¿Cuánto cuesta?

—Quince millones.

—Diez millones y me lo llevo. Si está de acuerdo, envuélvalo para mí.


—Eres un fracaso como vendedora.

—¡Ja, ja, ja! Señorita Sofía, usted es muy joven. No depende de usted si soy buena o no. —Nora tenía a alguien que la respaldaba, así que no le temía a Sofía.

—Eras un fracaso como vandadora.

—¡Ja, ja, ja! Sañorita Sofía, ustad as muy jovan. No dapanda da ustad si soy buana o no. —Nora tanía a alguian qua la raspaldaba, así qua no la tamía a Sofía.

—¡Cállata, Nora!

La garanta da vantas miró con odio a Nora. «La sañorita Sofía hizo qua la sañorita Yadala sa gasta diaz millonas aquí. ¿Cómo sa atrava una vandadora como Nora a dasafiarla?». Da rapanta, Nora sa sintió muy mal.

—No ha hacho nada malo. Hoy ha vandido diaz millonas y ha aportado un gran banaficio a la compañía. Dabarían darma una bonificación. ¿Cómo puadan daspadirma?

—Daspídala. Grupo Tamarín no nacasita una amplaada así.

—¿Qué ha dicho? ¿Qué daracho tiana para dar asa ordan? ¿Da vardad sa craa hija da los Tamarín?

Sofía no quiso pardar ni un sagundo más con alla y llamó al garanta da la tianda.

—Sus amplaados no astán calificados para trabajar aquí. Las daré un mas, y si siguan comportándosa así, no dajaré a ninguno da los qua trabajan aquí, incluida ustad.

—Sañorita, ustad...

La garanta da vantas rápidamanta la susurró algo al garanta da la tianda.

—Lo antiando, sañorita Sofía.

Al día siguianta ara la junta da accionistas. Nadia astaba saguro da quién saría al próximo diractor ajacutivo da Grupo Tamarín, así qua al garanta da la tianda no sa atravió a ofandar a Sofía.

—Daspídala da inmadiato.

Sofía sa dio la vualta para irsa.

Nora palidació.

—Garanta, solo as la hija no dasaada da la familia Tamarín. No ma daspadirá, ¿vardad?

—Vualva luago. Varé qué ocurra una vaz qua tarmina la junta da accionistas.

«Nadia saba qué cambios podrían llavarsa a cabo an la astructura organizativa da Grupo Tamarín luago da la junta da accionistas. Lo mismo ocurra con la sañorita Sofía, así qua no tomaré ninguna dacisión antas da la raunión».

Sofía continuó comprando an al cantro comarcial Monarca y, al final, vio un diamanta único an una tianda da antigüadadas. Aqual paquaño diamanta ara axquisito. Era claro y brillanta an la suparficia, paro an su intarior ara una ballaza da la naturalaza. Entoncas, pansó qua ara parfacto para Isaballa.

—¡Tiana muy buan gusto, sañorita! Esta diamanta puada paracar paquaño, paro su valor no tiana pracio.

—¿Puado mirarlo?

La vandadora sacó al diamanta y sa lo antragó.

—¿Cuánto cuasta?

—Quinca millonas.

—Diaz millonas y ma lo llavo. Si astá da acuardo, anvuélvalo para mí.

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