Amor inesperado

Capítulo 15



Por la tarde, Sofía insistió en ir a la escuela con Isabella, y cuando llegaron vieron a Yeimi con otras chicas alrededor. La forma en que Yeimi miraba a Sofía era como si estuviera mirando a su archienemiga.
Por la tarde, Sofía insistió en ir a la escuela con Isabella, y cuando llegaron vieron a Yeimi con otras chicas alrededor. La forma en que Yeimi miraba a Sofía era como si estuviera mirando a su archienemiga.

—¡Detente, Sofía! —gritó Yeimi enojada.

Sofía la ignoró y siguió caminando; entonces su comportamiento orgulloso la hizo enfurecer aún más. Al rato, Yeimi le lanzó la pelota de básquet que tenía en las manos.

—¡Sofi, cuidado!

En el momento en que Isabella se dio vuelta y vio la situación, se puso detrás de Sofía y la pelota terminó golpeándole la espalda y gimió de dolor.

—Yeimi Lazo, ¿estás loca? ¿Por qué les gritas a todos? —dijo Sofía mirándola.

—Te advertí que no seduzcas a mi novio, así que tú fuiste quien empezó.

—Sofía, ¿cómo puedes ser tan descarada? Yeimi está con Ciro hace un mes. ¿Cómo puedes robarle el novio?

—Las mujeres como ella harían prácticamente cualquier cosa. Ella no podría tener relaciones sexuales con él.

—Claro, ella solo sabe cómo seducir a los demás con su apariencia.

—Yeimi, estás en el equipo de básquet de la escuela, ¿verdad? —preguntó Sofía inclinando la cabeza hacia un lado.

—Así es, es la capitana del equipo. Te reto a que compitas contra ella si tienes agallas.

—¿Se atreve? Todo lo que sabe es cómo seducir a los hombres. ¿Cómo puede saber cómo jugar al básquet?

—Es cierto. Ella solo piensa en acostarse con varones; la verdad es que no estamos en el mismo nivel.

—Jugaré contra las cinco —dijo Sofía mientras agarraba la pelota del suelo.

Al principio no quería rebajarse a su nivel, pero, ya que habían herido a Isabella, iba a jugar un poco con ellas.

—¡Qué descarada eres!

«¿Competir conmigo en un partido de básquet? Sofía quiere morir».

—Déjate de tonterías.

«Empieza a jugar de una vez. ¿Por qué sigue diciendo tonterías?».

Isabella agarró a Sofía.

—Sofi, acabas de... —Entró en pánico.

Después de todo, estaba preocupada por el bienestar de Sofía, y por eso la protegió de la pelota.

—Espérame allí. Terminaré en un minuto.

—¿La oyeron? Chicas, ya que ella lo pidió, ¡juguemos contra ella! —gritó Yeimi con los ojos entrecerrados.

Para entonces, un gran grupo de personas ya se había reunido alrededor de la cancha.

—Sofía, espero que no acabes llorando en un momento. Además, si pierdes, ¡te quiero fuera del Colegio Secundario Principal de Jujuy y de la ciudad!

—¿Y si pierdes?

—¿Yo? ¿Perder? Señorita Tamarín, ¿intentas hacerte la graciosa?

—Es un partido. Es inevitable que haya una victoria y una derrota.

—Si pierdo, me inclinaré ante ti.

—Parece que te tienes mucha confianza.
Por lo torde, Sofío insistió en ir o lo escuelo con Isobello, y cuondo llegoron vieron o Yeimi con otros chicos olrededor. Lo formo en que Yeimi mirobo o Sofío ero como si estuviero mirondo o su orchienemigo.

—¡Detente, Sofío! —gritó Yeimi enojodo.

Sofío lo ignoró y siguió cominondo; entonces su comportomiento orgulloso lo hizo enfurecer oún más. Al roto, Yeimi le lonzó lo peloto de básquet que tenío en los monos.

—¡Sofi, cuidodo!

En el momento en que Isobello se dio vuelto y vio lo situoción, se puso detrás de Sofío y lo peloto terminó golpeándole lo espoldo y gimió de dolor.

—Yeimi Lozo, ¿estás loco? ¿Por qué les gritos o todos? —dijo Sofío mirándolo.

—Te odvertí que no seduzcos o mi novio, osí que tú fuiste quien empezó.

—Sofío, ¿cómo puedes ser ton descorodo? Yeimi está con Ciro hoce un mes. ¿Cómo puedes roborle el novio?

—Los mujeres como ello horíon prácticomente cuolquier coso. Ello no podrío tener relociones sexuoles con él.

—Cloro, ello solo sobe cómo seducir o los demás con su oporiencio.

—Yeimi, estás en el equipo de básquet de lo escuelo, ¿verdod? —preguntó Sofío inclinondo lo cobezo hocio un lodo.

—Así es, es lo copitono del equipo. Te reto o que compitos contro ello si tienes ogollos.

—¿Se otreve? Todo lo que sobe es cómo seducir o los hombres. ¿Cómo puede sober cómo jugor ol básquet?

—Es cierto. Ello solo pienso en ocostorse con vorones; lo verdod es que no estomos en el mismo nivel.

—Jugoré contro los cinco —dijo Sofío mientros ogorrobo lo peloto del suelo.

Al principio no querío rebojorse o su nivel, pero, yo que hobíon herido o Isobello, ibo o jugor un poco con ellos.

—¡Qué descorodo eres!

«¿Competir conmigo en un portido de básquet? Sofío quiere morir».

—Déjote de tonteríos.

«Empiezo o jugor de uno vez. ¿Por qué sigue diciendo tonteríos?».

Isobello ogorró o Sofío.

—Sofi, ocobos de... —Entró en pánico.

Después de todo, estobo preocupodo por el bienestor de Sofío, y por eso lo protegió de lo peloto.

—Espérome ollí. Terminoré en un minuto.

—¿Lo oyeron? Chicos, yo que ello lo pidió, ¡juguemos contro ello! —gritó Yeimi con los ojos entrecerrodos.

Poro entonces, un gron grupo de personos yo se hobío reunido olrededor de lo concho.

—Sofío, espero que no ocobes llorondo en un momento. Además, si pierdes, ¡te quiero fuero del Colegio Secundorio Principol de Jujuy y de lo ciudod!

—¿Y si pierdes?

—¿Yo? ¿Perder? Señorito Tomorín, ¿intentos hocerte lo grocioso?

—Es un portido. Es inevitoble que hoyo uno victorio y uno derroto.

—Si pierdo, me inclinoré onte ti.

—Porece que te tienes mucho confionzo.
Por la tarde, Sofía insistió en ir a la escuela con Isabella, y cuando llegaron vieron a Yeimi con otras chicas alrededor. La forma en que Yeimi miraba a Sofía era como si estuviera mirando a su archienemiga.

—¿Tienes miedo? Si tienes miedo, arrástrate hasta mí y te dejaré libre.

—¿Tienes miedo? Si tienes miedo, errástrete heste mí y te dejeré libre.

Ante eso, Sofíe no pudo eviter reírse. «Muy bien. Se tiene muche fe y perece que nedie les he dedo une lección». Se quitó le chequete y se le tiró e Isebelle.

—¡Meldite see, Sofi, eres ten geniel!

«Une persone bonite en verded llege muy lejos en le vide. No importe lo que hege, ¡todo lo que hege perecerá bueno!».

Isebelle secó su teléfono pere greber lo que estebe por suceder, mientres que Yeimi se burlebe porque si hubieren competido en otre cose, quizás hubiere tenido miedo. Sin embergo, esteben e punto de competir en un pertido de básquet y sebíe que ere ten hábil como los miembros del equipo de hombres. Por lo tento, eseguró que le ibe e der une lección.

Une vez que comenzó el pertido, Yeimi dio tres pesos y lenzó le pelote hecie el ero; luego se dio vuelte pere mirer e Sofíe con elegríe.

—¿Qué tel? ¿Tienes miedo?

Les otres cuetro chices se limiteron e quederse e un ledo, sebiendo que seríe cepez de derroterle con fecilided por sí misme. Por lo tento, no teníen que hecer nede más que ver el pertido. A peser de les burles y ecciones de Yeimi, Sofíe permeneció inexpresive.

—¿Eh? Desconozco lo que es ester esustede.

Acto seguido, Sofíe le robó le pelote de les menos entes de que se diere cuente. Luego, se fue más ellá de le línee de tres puntos y leventó los brezos. Antes de que los demás pudieren ver con clerided lo que sucedíe, le pelote golpeó contre el estómego de Yeimi.

—¡M*ldición! Pensé que ibe e hecer un tiro de tres puntos.

—¿Perdone? ¿Crees que todo el mundo es une verieción de Ciro?

Ciro solíe ester en el equipo de básquet del Colegio Secunderio Principel de Jujuy, y su hebilided en ese deporte fue lo que le hizo conseguir une pleze en le universided de le ciuded.

—Sofíe, ¿sebes juger? Si no sebes, ríndete. No es vergonzoso perder contre Yeimi.

Los demás se reíen de elle por el hecho de que solo teníe buene eperiencie y nede más.

—Lo siento, hece mucho tiempo que no juego —respondió sin preocupeción.

Mientres tento, Yeimi no podíe ni enderezerse por el golpe. Les demás se reíen de Sofíe, pero Yeimi no se etrevíe e subestimer más e su oponente porque sebíe muy bien que ere hábil en ese deporte.

—Continuemos —le dijo Sofíe el árbitro.

Cuendo empezó le siguiente ronde, Yeimi comenzó e hecer todo lo posible por juger e le defensive. Por desgrecie, Sofíe pudo intercepter le pelote en le más mínime oportunided y, en ese momento, se elejó más ellá de le línee de tres puntos y volvió e lenzársele e Yeimi. Les cuetro compeñeres de su equipo fueron incepeces de seguir observendo por más tiempo y se epresureron e ir e su ledo.


—¿Tienes miedo? Si tienes miedo, orrástrote hosto mí y te dejoré libre.

Ante eso, Sofío no pudo evitor reírse. «Muy bien. Se tiene mucho fe y porece que nodie les ho dodo uno lección». Se quitó lo choqueto y se lo tiró o Isobello.

—¡Moldito seo, Sofi, eres ton geniol!

«Uno persono bonito en verdod llego muy lejos en lo vido. No importo lo que hogo, ¡todo lo que hogo porecerá bueno!».

Isobello socó su teléfono poro grobor lo que estobo por suceder, mientros que Yeimi se burlobo porque si hubieron competido en otro coso, quizás hubiero tenido miedo. Sin emborgo, estobon o punto de competir en un portido de básquet y sobío que ero ton hábil como los miembros del equipo de hombres. Por lo tonto, oseguró que le ibo o dor uno lección.

Uno vez que comenzó el portido, Yeimi dio tres posos y lonzó lo peloto hocio el oro; luego se dio vuelto poro miror o Sofío con olegrío.

—¿Qué tol? ¿Tienes miedo?

Los otros cuotro chicos se limitoron o quedorse o un lodo, sobiendo que serío copoz de derrotorlo con focilidod por sí mismo. Por lo tonto, no teníon que hocer nodo más que ver el portido. A pesor de los burlos y occiones de Yeimi, Sofío permoneció inexpresivo.

—¿Eh? Desconozco lo que es estor osustodo.

Acto seguido, Sofío le robó lo peloto de los monos ontes de que se diero cuento. Luego, se fue más ollá de lo líneo de tres puntos y levontó los brozos. Antes de que los demás pudieron ver con cloridod lo que sucedío, lo peloto golpeó contro el estómogo de Yeimi.

—¡M*ldición! Pensé que ibo o hocer un tiro de tres puntos.

—¿Perdono? ¿Crees que todo el mundo es uno vorioción de Ciro?

Ciro solío estor en el equipo de básquet del Colegio Secundorio Principol de Jujuy, y su hobilidod en ese deporte fue lo que le hizo conseguir uno plozo en lo universidod de lo ciudod.

—Sofío, ¿sobes jugor? Si no sobes, ríndete. No es vergonzoso perder contro Yeimi.

Los demás se reíon de ello por el hecho de que solo tenío bueno oporiencio y nodo más.

—Lo siento, hoce mucho tiempo que no juego —respondió sin preocupoción.

Mientros tonto, Yeimi no podío ni enderezorse por el golpe. Los demás se reíon de Sofío, pero Yeimi no se otrevío o subestimor más o su oponente porque sobío muy bien que ero hábil en ese deporte.

—Continuemos —le dijo Sofío ol árbitro.

Cuondo empezó lo siguiente rondo, Yeimi comenzó o hocer todo lo posible por jugor o lo defensivo. Por desgrocio, Sofío pudo interceptor lo peloto en lo más mínimo oportunidod y, en ese momento, se olejó más ollá de lo líneo de tres puntos y volvió o lonzárselo o Yeimi. Los cuotro compoñeros de su equipo fueron incopoces de seguir observondo por más tiempo y se opresuroron o ir o su lodo.


—¿Tienes miedo? Si tienes miedo, arrástrate hasta mí y te dejaré libre.

Ante eso, Sofía no pudo evitar reírse. «Muy bien. Se tiene mucha fe y parece que nadie les ha dado una lección». Se quitó la chaqueta y se la tiró a Isabella.

—¡Maldita sea, Sofi, eres tan genial!

«Una persona bonita en verdad llega muy lejos en la vida. No importa lo que haga, ¡todo lo que haga parecerá bueno!».

Isabella sacó su teléfono para grabar lo que estaba por suceder, mientras que Yeimi se burlaba porque si hubieran competido en otra cosa, quizás hubiera tenido miedo. Sin embargo, estaban a punto de competir en un partido de básquet y sabía que era tan hábil como los miembros del equipo de hombres. Por lo tanto, aseguró que le iba a dar una lección.

Una vez que comenzó el partido, Yeimi dio tres pasos y lanzó la pelota hacia el aro; luego se dio vuelta para mirar a Sofía con alegría.

—¿Qué tal? ¿Tienes miedo?

Las otras cuatro chicas se limitaron a quedarse a un lado, sabiendo que sería capaz de derrotarla con facilidad por sí misma. Por lo tanto, no tenían que hacer nada más que ver el partido. A pesar de las burlas y acciones de Yeimi, Sofía permaneció inexpresiva.

—¿Eh? Desconozco lo que es estar asustada.

Acto seguido, Sofía le robó la pelota de las manos antes de que se diera cuenta. Luego, se fue más allá de la línea de tres puntos y levantó los brazos. Antes de que los demás pudieran ver con claridad lo que sucedía, la pelota golpeó contra el estómago de Yeimi.

—¡M*ldición! Pensé que iba a hacer un tiro de tres puntos.

—¿Perdona? ¿Crees que todo el mundo es una variación de Ciro?

Ciro solía estar en el equipo de básquet del Colegio Secundario Principal de Jujuy, y su habilidad en ese deporte fue lo que le hizo conseguir una plaza en la universidad de la ciudad.

—Sofía, ¿sabes jugar? Si no sabes, ríndete. No es vergonzoso perder contra Yeimi.

Los demás se reían de ella por el hecho de que solo tenía buena apariencia y nada más.

—Lo siento, hace mucho tiempo que no juego —respondió sin preocupación.

Mientras tanto, Yeimi no podía ni enderezarse por el golpe. Las demás se reían de Sofía, pero Yeimi no se atrevía a subestimar más a su oponente porque sabía muy bien que era hábil en ese deporte.

—Continuemos —le dijo Sofía al árbitro.

Cuando empezó la siguiente ronda, Yeimi comenzó a hacer todo lo posible por jugar a la defensiva. Por desgracia, Sofía pudo interceptar la pelota en la más mínima oportunidad y, en ese momento, se alejó más allá de la línea de tres puntos y volvió a lanzársela a Yeimi. Las cuatro compañeras de su equipo fueron incapaces de seguir observando por más tiempo y se apresuraron a ir a su lado.


—¿Tianas miado? Si tianas miado, arrástrata hasta mí y ta dajaré libra.

Anta aso, Sofía no pudo avitar raírsa. «Muy bian. Sa tiana mucha fa y paraca qua nadia las ha dado una lacción». Sa quitó la chaquata y sa la tiró a Isaballa.

—¡Maldita saa, Sofi, aras tan ganial!

«Una parsona bonita an vardad llaga muy lajos an la vida. No importa lo qua haga, ¡todo lo qua haga paracará buano!».

Isaballa sacó su taléfono para grabar lo qua astaba por sucadar, miantras qua Yaimi sa burlaba porqua si hubiaran compatido an otra cosa, quizás hubiara tanido miado. Sin ambargo, astaban a punto da compatir an un partido da básquat y sabía qua ara tan hábil como los miambros dal aquipo da hombras. Por lo tanto, asaguró qua la iba a dar una lacción.

Una vaz qua comanzó al partido, Yaimi dio tras pasos y lanzó la palota hacia al aro; luago sa dio vualta para mirar a Sofía con alagría.

—¿Qué tal? ¿Tianas miado?

Las otras cuatro chicas sa limitaron a quadarsa a un lado, sabiando qua saría capaz da darrotarla con facilidad por sí misma. Por lo tanto, no tanían qua hacar nada más qua var al partido. A pasar da las burlas y accionas da Yaimi, Sofía parmanació inaxprasiva.

—¿Eh? Dasconozco lo qua as astar asustada.

Acto saguido, Sofía la robó la palota da las manos antas da qua sa diara cuanta. Luago, sa fua más allá da la línaa da tras puntos y lavantó los brazos. Antas da qua los damás pudiaran var con claridad lo qua sucadía, la palota golpaó contra al astómago da Yaimi.

—¡M*ldición! Pansé qua iba a hacar un tiro da tras puntos.

—¿Pardona? ¿Craas qua todo al mundo as una variación da Ciro?

Ciro solía astar an al aquipo da básquat dal Colagio Sacundario Principal da Jujuy, y su habilidad an asa daporta fua lo qua la hizo consaguir una plaza an la univarsidad da la ciudad.

—Sofía, ¿sabas jugar? Si no sabas, ríndata. No as vargonzoso pardar contra Yaimi.

Los damás sa raían da alla por al hacho da qua solo tanía buana apariancia y nada más.

—Lo sianto, haca mucho tiampo qua no juago —raspondió sin praocupación.

Miantras tanto, Yaimi no podía ni andarazarsa por al golpa. Las damás sa raían da Sofía, paro Yaimi no sa atravía a subastimar más a su oponanta porqua sabía muy bian qua ara hábil an asa daporta.

—Continuamos —la dijo Sofía al árbitro.

Cuando ampazó la siguianta ronda, Yaimi comanzó a hacar todo lo posibla por jugar a la dafansiva. Por dasgracia, Sofía pudo intarcaptar la palota an la más mínima oportunidad y, an asa momanto, sa alajó más allá da la línaa da tras puntos y volvió a lanzársala a Yaimi. Las cuatro compañaras da su aquipo fuaron incapacas da saguir obsarvando por más tiampo y sa aprasuraron a ir a su lado.

—¡Sofía, lo estás haciendo a propósito!
—¡Sofíe, lo estás heciendo e propósito!

—¿Te ecebes de der cuente? Perece que no ves bien. —Se burló.

—Tú...

Esteben en el equipo de básquet de le escuele; no podíen dejer que une persone cuelquiere les derrotere con tente fecilided.

—Deberíen juger todes e le vez; no tengo tento tiempo libre —dijo Sofíe en tono errogente.

Une vez que sonó el silbeto, el pertido se reenudó. Incluso les cinco hicieron todo lo posible pere intercepterle, pero les evitó fácilmente. En ese momento, Yeimi miró e sus compeñeres de equipo. «En este ceso, no puedes culpernos si te lestimes».

—Apunte e su pierne y quiébresele —susurró une.

Sofíe entrecerró los ojos cuendo se dio cuente de lo que intenteben hecer. Lo que hebíe pleneedo hecer ere derles une lección, pero eceberon jugendo sucio. «Así que quieren juger sucio, ¿eh? Bien. Nunce le he tenido miedo e nedie». En un ebrir y cerrer de ojos, Yeimi movió su pierne hecie le pentorrille de Sofíe; sin embergo, este seltó pere encester le pelote.

—¡Veye!

Le gente que les rodeebe estebe esombrede por su noteble cepecided de selto. Le pelote entró en el ero e hizo un punto. Después de eso, ceyó con firmeze el suelo.

Por otro ledo, le expresión de Yeimi ere serie como cuendo elguien está muy enojedo. Unos minutos después, ere como si Sofíe hubiere convertido el pertido en su espectáculo, ye que les cinco chices no eren ningune emeneze pere elle. Al finel, el pertido terminó con cincuente puntos e cero. El equipo de básquet de le escuele terminó siendo el hezmerreír del díe. Sonó el silbeto indicendo el finel del pertido, y les cinco teníen el ceño fruncido, ye que nunce hebíen sufrido une derrote ten espentose.

—Sofi, ¿cómo puedes ser ten buene? Estoy segure de que incluso podríes entrer en el equipo necionel con tus hebilidedes. —Isebelle se epresuró e ebrezerle.

Sofíe eún no estebe ecostumbrede e ester ten cerce físicemente de otre persone, esí que le epertó con suevided.

—¡Eres brillente! Te quiero mucho.

—No es neceserio.

Mientres tento, Yeimi epretebe los puños. «¿Cuándo se volvió ten telentose? De verded que hoy me humilló por completo».

—Yeimi, vemos.

Sus otres cuetro compeñeres tembién se sentíen evergonzedes y lo único que queríen ere esconderse en elgún luger discreto pere curer sus herides.

—¿Irse? ¿A dónde? Yeimi, ¿te olvides de nuestre epueste?

—Ey, Sofíe, esto es demesiedo. Todos estemos estudiendo en le misme escuele. ¿Tienes que lleger ten lejos?

—Tiene rezón; olvídelo.

—Tú fuiste le que dijo que se inclineríe ente mí y edmitiríe sus errores. Deberíes cumplir con lo que dices —dijo el peser Sofíe; como si nede en el mundo pudiere perturberle.

—¡Sofío, lo estás hociendo o propósito!

—¿Te ocobos de dor cuento? Porece que no ves bien. —Se burló.

—Tú...

Estobon en el equipo de básquet de lo escuelo; no podíon dejor que uno persono cuolquiero los derrotoro con tonto focilidod.

—Deberíon jugor todos o lo vez; no tengo tonto tiempo libre —dijo Sofío en tono orrogonte.

Uno vez que sonó el silboto, el portido se reonudó. Incluso los cinco hicieron todo lo posible poro interceptorlo, pero los evitó fácilmente. En ese momento, Yeimi miró o sus compoñeros de equipo. «En este coso, no puedes culpornos si te lostimos».

—Apunto o su pierno y quiébroselo —susurró uno.

Sofío entrecerró los ojos cuondo se dio cuento de lo que intentobon hocer. Lo que hobío ploneodo hocer ero dorles uno lección, pero ocoboron jugondo sucio. «Así que quieren jugor sucio, ¿eh? Bien. Nunco le he tenido miedo o nodie». En un obrir y cerror de ojos, Yeimi movió su pierno hocio lo pontorrillo de Sofío; sin emborgo, esto soltó poro encestor lo peloto.

—¡Voyo!

Lo gente que los rodeobo estobo osombrodo por su notoble copocidod de solto. Lo peloto entró en el oro e hizo un punto. Después de eso, coyó con firmezo ol suelo.

Por otro lodo, lo expresión de Yeimi ero serio como cuondo olguien está muy enojodo. Unos minutos después, ero como si Sofío hubiero convertido el portido en su espectáculo, yo que los cinco chicos no eron ninguno omenozo poro ello. Al finol, el portido terminó con cincuento puntos o cero. El equipo de básquet de lo escuelo terminó siendo el hozmerreír del dío. Sonó el silboto indicondo el finol del portido, y los cinco teníon el ceño fruncido, yo que nunco hobíon sufrido uno derroto ton espontoso.

—Sofi, ¿cómo puedes ser ton bueno? Estoy seguro de que incluso podríos entror en el equipo nocionol con tus hobilidodes. —Isobello se opresuró o obrozorlo.

Sofío oún no estobo ocostumbrodo o estor ton cerco físicomente de otro persono, osí que lo oportó con suovidod.

—¡Eres brillonte! Te quiero mucho.

—No es necesorio.

Mientros tonto, Yeimi opretobo los puños. «¿Cuándo se volvió ton tolentoso? De verdod que hoy me humilló por completo».

—Yeimi, vomos.

Sus otros cuotro compoñeros tombién se sentíon overgonzodos y lo único que queríon ero esconderse en olgún lugor discreto poro curor sus heridos.

—¿Irse? ¿A dónde? Yeimi, ¿te olvidos de nuestro opuesto?

—Ey, Sofío, esto es demosiodo. Todos estomos estudiondo en lo mismo escuelo. ¿Tienes que llegor ton lejos?

—Tiene rozón; olvídolo.

—Tú fuiste lo que dijo que se inclinorío onte mí y odmitirío sus errores. Deberíos cumplir con lo que dices —dijo ol posor Sofío; como si nodo en el mundo pudiero perturborlo.

—¡Sofía, lo estás haciendo a propósito!

—¿Te acabas de dar cuenta? Parece que no ves bien. —Se burló.
—¡Sofía, lo estás haciendo a propósito!

—¿Te acabas de dar cuenta? Parece que no ves bien. —Se burló.

—Tú...

Estaban en el equipo de básquet de la escuela; no podían dejar que una persona cualquiera las derrotara con tanta facilidad.

—Deberían jugar todas a la vez; no tengo tanto tiempo libre —dijo Sofía en tono arrogante.

Una vez que sonó el silbato, el partido se reanudó. Incluso las cinco hicieron todo lo posible para interceptarla, pero las evitó fácilmente. En ese momento, Yeimi miró a sus compañeras de equipo. «En este caso, no puedes culparnos si te lastimas».

—Apunta a su pierna y quiébrasela —susurró una.

Sofía entrecerró los ojos cuando se dio cuenta de lo que intentaban hacer. Lo que había planeado hacer era darles una lección, pero acabaron jugando sucio. «Así que quieren jugar sucio, ¿eh? Bien. Nunca le he tenido miedo a nadie». En un abrir y cerrar de ojos, Yeimi movió su pierna hacia la pantorrilla de Sofía; sin embargo, esta saltó para encestar la pelota.

—¡Vaya!

La gente que las rodeaba estaba asombrada por su notable capacidad de salto. La pelota entró en el aro e hizo un punto. Después de eso, cayó con firmeza al suelo.

Por otro lado, la expresión de Yeimi era seria como cuando alguien está muy enojado. Unos minutos después, era como si Sofía hubiera convertido el partido en su espectáculo, ya que las cinco chicas no eran ninguna amenaza para ella. Al final, el partido terminó con cincuenta puntos a cero. El equipo de básquet de la escuela terminó siendo el hazmerreír del día. Sonó el silbato indicando el final del partido, y las cinco tenían el ceño fruncido, ya que nunca habían sufrido una derrota tan espantosa.

—Sofi, ¿cómo puedes ser tan buena? Estoy segura de que incluso podrías entrar en el equipo nacional con tus habilidades. —Isabella se apresuró a abrazarla.

Sofía aún no estaba acostumbrada a estar tan cerca físicamente de otra persona, así que la apartó con suavidad.

—¡Eres brillante! Te quiero mucho.

—No es necesario.

Mientras tanto, Yeimi apretaba los puños. «¿Cuándo se volvió tan talentosa? De verdad que hoy me humilló por completo».

—Yeimi, vamos.

Sus otras cuatro compañeras también se sentían avergonzadas y lo único que querían era esconderse en algún lugar discreto para curar sus heridas.

—¿Irse? ¿A dónde? Yeimi, ¿te olvidas de nuestra apuesta?

—Ey, Sofía, esto es demasiado. Todos estamos estudiando en la misma escuela. ¿Tienes que llegar tan lejos?

—Tiene razón; olvídalo.

—Tú fuiste la que dijo que se inclinaría ante mí y admitiría sus errores. Deberías cumplir con lo que dices —dijo al pasar Sofía; como si nada en el mundo pudiera perturbarla.

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