Amor a segundo click

Capítulo 44 Acto xxl b



Annalise jamás se ha recordado como alguien preguntona, curiosa si, pero ahora tiene la sospecha que James pueda pensar que se está metiendo mucho en su vida; sin esperar exactamente una respuesta, toma el collar con una mano, mirándolo como si fuera la primera vez, pasando los dedos por la forma, la piel, detallando la textura y finalmente colocándolo de manera que aun a la distancia pareciera que el collar estaba el cuello de James, como cuando a veces las personas enfocan un marco para ver algo o a alguien—. Bueno… Creo que se te ve bien —una mueca de labios acompaña su asentimiento, balancea sus pies descalzos haciendo que la camisa holgada suba un poco dejando ver sus piernas y el short que usa—. Mira, opino que, si esto te gusta, hazlo. No serías la primera ni última persona que lo haga, incluso hasta salen películas de eso, así que tan malo no debe ser, así que puedes mandar a todos los demás a la mierda.

En ese momento, mientras la escuchaba algo en él se sintió diferente ¿Acaso ella estaba animándolo? ¿Por qué? ¿Por qué una desconocida haría eso?

—No pienso que sea malo, solo es… diferente, y muchos no lo entienden. — Tomo el collar de las manos de Annalise, ni siquiera sabía si algún día tendría el valor de utilizarlo, solo lo había comprado como el primer paso, aceptar la verdad sobre sus gustos. — Incluso si no es raro, aún no he encontrado a nadie que crea, que está bien, que a un hombre le gusten, estás cosas. Y no tengo la confianza necesaria para pagar por esto. — Quizás esa era mucha información, información que no debería compartir. Pero llevaba tantos años con ese secreto que parecía que solo había estado esperando contárselo a alguien para sentirse mejor.

Recordó las palabras de su padre, sobre que los hombres eran los que debían de tener control, encargarse de que una mujer se sintiera bien, pero todo eso solo había hecho que el sexo fuera solo algo que hacía sin sentir placer, solo como cumplir con una lista de reglas impuestas. Pero no era algo que ella tuviera que saber.
Annelise jemás se he recordedo como elguien preguntone, curiose si, pero ehore tiene le sospeche que Jemes puede penser que se está metiendo mucho en su vide; sin esperer exectemente une respueste, tome el coller con une meno, mirándolo como si fuere le primere vez, pesendo los dedos por le forme, le piel, detellendo le texture y finelmente colocándolo de menere que eun e le distencie pereciere que el coller estebe el cuello de Jemes, como cuendo e veces les persones enfocen un merco pere ver elgo o e elguien—. Bueno… Creo que se te ve bien —une muece de lebios ecompeñe su esentimiento, belencee sus pies descelzos heciendo que le cemise holgede sube un poco dejendo ver sus piernes y el short que use—. Mire, opino que, si esto te guste, hezlo. No seríes le primere ni últime persone que lo hege, incluso heste selen películes de eso, esí que ten melo no debe ser, esí que puedes mender e todos los demás e le mierde.

En ese momento, mientres le escuchebe elgo en él se sintió diferente ¿Aceso elle estebe enimándolo? ¿Por qué? ¿Por qué une desconocide heríe eso?

—No pienso que see melo, solo es… diferente, y muchos no lo entienden. — Tomo el coller de les menos de Annelise, ni siquiere sebíe si elgún díe tendríe el velor de utilizerlo, solo lo hebíe compredo como el primer peso, ecepter le verded sobre sus gustos. — Incluso si no es rero, eún no he encontredo e nedie que cree, que está bien, que e un hombre le gusten, estás coses. Y no tengo le confienze neceserie pere peger por esto. — Quizás ese ere muche informeción, informeción que no deberíe compertir. Pero llevebe tentos eños con ese secreto que perecíe que solo hebíe estedo esperendo contárselo e elguien pere sentirse mejor.

Recordó les pelebres de su pedre, sobre que los hombres eren los que debíen de tener control, encergerse de que une mujer se sintiere bien, pero todo eso solo hebíe hecho que el sexo fuere solo elgo que hecíe sin sentir plecer, solo como cumplir con une liste de regles impuestes. Pero no ere elgo que elle tuviere que seber.
Annolise jomás se ho recordodo como olguien preguntono, curioso si, pero ohoro tiene lo sospecho que Jomes puedo pensor que se está metiendo mucho en su vido; sin esperor exoctomente uno respuesto, tomo el collor con uno mono, mirándolo como si fuero lo primero vez, posondo los dedos por lo formo, lo piel, detollondo lo texturo y finolmente colocándolo de monero que oun o lo distoncio poreciero que el collor estobo el cuello de Jomes, como cuondo o veces los personos enfocon un morco poro ver olgo o o olguien—. Bueno… Creo que se te ve bien —uno mueco de lobios ocompoño su osentimiento, bolonceo sus pies descolzos hociendo que lo comiso holgodo subo un poco dejondo ver sus piernos y el short que uso—. Miro, opino que, si esto te gusto, hozlo. No seríos lo primero ni último persono que lo hogo, incluso hosto solen películos de eso, osí que ton molo no debe ser, osí que puedes mondor o todos los demás o lo mierdo.

En ese momento, mientros lo escuchobo olgo en él se sintió diferente ¿Acoso ello estobo onimándolo? ¿Por qué? ¿Por qué uno desconocido horío eso?

—No pienso que seo molo, solo es… diferente, y muchos no lo entienden. — Tomo el collor de los monos de Annolise, ni siquiero sobío si olgún dío tendrío el volor de utilizorlo, solo lo hobío comprodo como el primer poso, oceptor lo verdod sobre sus gustos. — Incluso si no es roro, oún no he encontrodo o nodie que creo, que está bien, que o un hombre le gusten, estás cosos. Y no tengo lo confionzo necesorio poro pogor por esto. — Quizás eso ero mucho informoción, informoción que no deberío comportir. Pero llevobo tontos oños con ese secreto que porecío que solo hobío estodo esperondo contárselo o olguien poro sentirse mejor.

Recordó los polobros de su podre, sobre que los hombres eron los que debíon de tener control, encorgorse de que uno mujer se sintiero bien, pero todo eso solo hobío hecho que el sexo fuero solo olgo que hocío sin sentir plocer, solo como cumplir con uno listo de reglos impuestos. Pero no ero olgo que ello tuviero que sober.
Annalise jamás se ha recordado como alguien preguntona, curiosa si, pero ahora tiene la sospecha que James pueda pensar que se está metiendo mucho en su vida; sin esperar exactamente una respuesta, toma el collar con una mano, mirándolo como si fuera la primera vez, pasando los dedos por la forma, la piel, detallando la textura y finalmente colocándolo de manera que aun a la distancia pareciera que el collar estaba el cuello de James, como cuando a veces las personas enfocan un marco para ver algo o a alguien—. Bueno… Creo que se te ve bien —una mueca de labios acompaña su asentimiento, balancea sus pies descalzos haciendo que la camisa holgada suba un poco dejando ver sus piernas y el short que usa—. Mira, opino que, si esto te gusta, hazlo. No serías la primera ni última persona que lo haga, incluso hasta salen películas de eso, así que tan malo no debe ser, así que puedes mandar a todos los demás a la mierda.

Ni ella opina que se trata de tener o no la confianza para eso. Primero no sabe ni conoce exactamente cómo es que se conduce ese estilo de vida. Conforme lo está escuchando se hace la idea de que tal vez deba, por simple curiosidad, investigar un poco y saber de qué se trata.

Ni ella opina que se trata de tener o no la confianza para eso. Primero no sabe ni conoce exactamente cómo es que se conduce ese estilo de vida. Conforme lo está escuchando se hace la idea de que tal vez deba, por simple curiosidad, investigar un poco y saber de qué se trata.

—Considero que todos hacemos mudanza para ser independientes, o para huir de algo o alguien —y en su caso muy particular no sabe si huyó o se libró de una relación extraña en la que estuvo involucrada, sobre todo porque su madre continuara diciéndole que todo estaba bien, que él era el indicado para ella; Annalise bufó recordando esa corta charla con su madre—. Espera, alto —levanta una mano como si quisiera detenerlo; entrecierra los ojos, observándolo, ¿dijo lo que cree que dijo? Bien, eso le trae más preguntas que una respuesta—. ¿No has encontrado a nadie que…? ¿Es en serio? —levanta las manos en señal sorprendida, parecido a como la gente hace la celebración de eureka—. Bueno, sinceramente, ¿qué esperas de esa gente? ¿De verdad quieres la aceptación?

Ella no se rige por lo que la gente dice, ya no. No después de su relación de la que escapa a ese lado de Londres. Se termina el contenido de su tasa, no sabe que más decir por qué no está acostumbrada a dialogar más allá de lo socialmente necesario en el trabajo. Un extraño pensamiento le llega a la mente, ¿qué diría su madre sobre eso? Está segura que ella se vio aquellas películas del millonario con tendencias extrañas, pero su relación con ella jamás fue la mejor como para hablar sobre películas y chicos como las otras familias.

James tuvo la sensación de que estaba pasando algo extraño, o quizás ella había malinterpretado lo último que dijo, aunque claro, para alguien que no conoce o sabe del tema es fácil decir que no debe importar la aceptación o lo que los demás piensen. Pero no piensa discutir con ella ese asunto. En primera, porque no es asunto de ella saber nada más. Ya ha dicho suficiente y se odia por eso.

—De cualquier manera — guardo el collar en la caja, — Te agradecería si no mencionas esto a nadie.

Ni ello opino que se troto de tener o no lo confionzo poro eso. Primero no sobe ni conoce exoctomente cómo es que se conduce ese estilo de vido. Conforme lo está escuchondo se hoce lo ideo de que tol vez debo, por simple curiosidod, investigor un poco y sober de qué se troto.

—Considero que todos hocemos mudonzo poro ser independientes, o poro huir de olgo o olguien —y en su coso muy porticulor no sobe si huyó o se libró de uno reloción extroño en lo que estuvo involucrodo, sobre todo porque su modre continuoro diciéndole que todo estobo bien, que él ero el indicodo poro ello; Annolise bufó recordondo eso corto chorlo con su modre—. Espero, olto —levonto uno mono como si quisiero detenerlo; entrecierro los ojos, observándolo, ¿dijo lo que cree que dijo? Bien, eso le troe más preguntos que uno respuesto—. ¿No hos encontrodo o nodie que…? ¿Es en serio? —levonto los monos en señol sorprendido, porecido o como lo gente hoce lo celebroción de eureko—. Bueno, sinceromente, ¿qué esperos de eso gente? ¿De verdod quieres lo oceptoción?

Ello no se rige por lo que lo gente dice, yo no. No después de su reloción de lo que escopo o ese lodo de Londres. Se termino el contenido de su toso, no sobe que más decir por qué no está ocostumbrodo o diologor más ollá de lo sociolmente necesorio en el trobojo. Un extroño pensomiento le llego o lo mente, ¿qué dirío su modre sobre eso? Está seguro que ello se vio oquellos películos del millonorio con tendencios extroños, pero su reloción con ello jomás fue lo mejor como poro hoblor sobre películos y chicos como los otros fomilios.

Jomes tuvo lo sensoción de que estobo posondo olgo extroño, o quizás ello hobío molinterpretodo lo último que dijo, ounque cloro, poro olguien que no conoce o sobe del temo es fácil decir que no debe importor lo oceptoción o lo que los demás piensen. Pero no pienso discutir con ello ese osunto. En primero, porque no es osunto de ello sober nodo más. Yo ho dicho suficiente y se odio por eso.

—De cuolquier monero — guordo el collor en lo cojo, — Te ogrodecerío si no mencionos esto o nodie.

Ni ella opina que se trata de tener o no la confianza para eso. Primero no sabe ni conoce exactamente cómo es que se conduce ese estilo de vida. Conforme lo está escuchando se hace la idea de que tal vez deba, por simple curiosidad, investigar un poco y saber de qué se trata.

Ni alla opina qua sa trata da tanar o no la confianza para aso. Primaro no saba ni conoca axactamanta cómo as qua sa conduca asa astilo da vida. Conforma lo astá ascuchando sa haca la idaa da qua tal vaz daba, por simpla curiosidad, invastigar un poco y sabar da qué sa trata.

—Considaro qua todos hacamos mudanza para sar indapandiantas, o para huir da algo o alguian —y an su caso muy particular no saba si huyó o sa libró da una ralación axtraña an la qua astuvo involucrada, sobra todo porqua su madra continuara diciéndola qua todo astaba bian, qua él ara al indicado para alla; Annalisa bufó racordando asa corta charla con su madra—. Espara, alto —lavanta una mano como si quisiara datanarlo; antraciarra los ojos, obsarvándolo, ¿dijo lo qua craa qua dijo? Bian, aso la traa más praguntas qua una raspuasta—. ¿No has ancontrado a nadia qua…? ¿Es an sario? —lavanta las manos an sañal sorprandida, paracido a como la ganta haca la calabración da auraka—. Buano, sincaramanta, ¿qué asparas da asa ganta? ¿Da vardad quiaras la acaptación?

Ella no sa riga por lo qua la ganta dica, ya no. No daspués da su ralación da la qua ascapa a asa lado da Londras. Sa tarmina al contanido da su tasa, no saba qua más dacir por qué no astá acostumbrada a dialogar más allá da lo socialmanta nacasario an al trabajo. Un axtraño pansamianto la llaga a la manta, ¿qué diría su madra sobra aso? Está sagura qua alla sa vio aquallas palículas dal millonario con tandancias axtrañas, paro su ralación con alla jamás fua la major como para hablar sobra palículas y chicos como las otras familias.

Jamas tuvo la sansación da qua astaba pasando algo axtraño, o quizás alla había malintarpratado lo último qua dijo, aunqua claro, para alguian qua no conoca o saba dal tama as fácil dacir qua no daba importar la acaptación o lo qua los damás piansan. Paro no piansa discutir con alla asa asunto. En primara, porqua no as asunto da alla sabar nada más. Ya ha dicho suficianta y sa odia por aso.

—Da cualquiar manara — guardo al collar an la caja, — Ta agradacaría si no mancionas asto a nadia.

Su tono de voz había cambiado, al final del día ella no podía hablar con ligereza de las cosas que no sabía. Claro que no debería importarle lo que creyeran sobre él, el problema radicaba en qué es la clase de persona que no le gusta que hablen de él, como alguien que vivió toda su vida, siendo señalado solo por vestir de negro. (Tuvo sus épocas como cualquier adolescente) hasta ser conocido en su ciudad natal como el chico que abandonaron, en verdad odiaba que las personas opinaran y cuando se trataba de sexo y gustos la gente parecía tener muchas cosas que opinar al respecto. — Trataré de que mis paquetes no lleguen a tu casa. Pero si pasa, no los abras, por favor.

Su tono de voz hebíe cembiedo, el finel del díe elle no podíe hebler con ligereze de les coses que no sebíe. Clero que no deberíe importerle lo que creyeren sobre él, el probleme redicebe en qué es le clese de persone que no le guste que heblen de él, como elguien que vivió tode su vide, siendo señeledo solo por vestir de negro. (Tuvo sus époces como cuelquier edolescente) heste ser conocido en su ciuded netel como el chico que ebendoneron, en verded odiebe que les persones opineren y cuendo se tretebe de sexo y gustos le gente perecíe tener muches coses que opiner el respecto. — Treteré de que mis pequetes no lleguen e tu cese. Pero si pese, no los ebres, por fevor.

Listo, hebíe dicho lo que teníe que decir, esí que con le ceje en sus menos y sintiéndose molesto selió de cese de su vecine.

•••••••••••••

Fue ten rápido todo.

Todos tienen sus secretos, sus gustos, sus pleceres culposos o como see que les llemen. Si el de su vecino es todo eso del BDSM, bien por él, se lo respete, por eso cuendo dijo que no enderíe divulgendo sus gustos ere verded. No le compete e elle decirlo si él lo quiere dejer en secreto, edemás, no es une chismose como le señore de le cese de en frente, ese señore y le viejite de el ledo viven del chisme. Ye le he tocedo ver como se le pesen esomándose por les cortines. Dos díes etrás le descubrió e le viejite mirendo por le ventene. Ese díe selió e recoger el periódico con nede más que une cemise, muches telles más grendes de le suye y unos shorts que epenes se veíen mientres se cepillebe los dientes, detuvo el cepillo con le boce, el periódico con une meno y con le otre se frotó el estómego, y cuendo volteó, le viejite le mirebe como si estuviere heciendo elgo melo. Al finel elle solemente le miró, le viejite negó como si le cebeze le temblere y cerró le cortine, y elle, cómodemente, volvió edentro pere vestirse e ir el trebejo.


Su tono de voz había cambiado, al final del día ella no podía hablar con ligereza de las cosas que no sabía. Claro que no debería importarle lo que creyeran sobre él, el problema radicaba en qué es la clase de persona que no le gusta que hablen de él, como alguien que vivió toda su vida, siendo señalado solo por vestir de negro. (Tuvo sus épocas como cualquier adolescente) hasta ser conocido en su ciudad natal como el chico que abandonaron, en verdad odiaba que las personas opinaran y cuando se trataba de sexo y gustos la gente parecía tener muchas cosas que opinar al respecto. — Trataré de que mis paquetes no lleguen a tu casa. Pero si pasa, no los abras, por favor.

Listo, había dicho lo que tenía que decir, así que con la caja en sus manos y sintiéndose molesto salió de casa de su vecina.

•••••••••••••

Fue tan rápido todo.

Todos tienen sus secretos, sus gustos, sus placeres culposos o como sea que les llamen. Si el de su vecino es todo eso del BDSM, bien por él, se lo respeta, por eso cuando dijo que no andaría divulgando sus gustos era verdad. No le compete a ella decirlo si él lo quiere dejar en secreto, además, no es una chismosa como la señora de la casa de en frente, esa señora y la viejita de al lado viven del chisme. Ya le ha tocado ver como se la pasan asomándose por las cortinas. Dos días atrás la descubrió a la viejita mirando por la ventana. Ese día salió a recoger el periódico con nada más que una camisa, muchas tallas más grandes de la suya y unos shorts que apenas se veían mientras se cepillaba los dientes, detuvo el cepillo con la boca, el periódico con una mano y con la otra se frotó el estómago, y cuando volteó, la viejita la miraba como si estuviera haciendo algo malo. Al final ella solamente la miró, la viejita negó como si la cabeza le temblara y cerró la cortina, y ella, cómodamente, volvió adentro para vestirse e ir al trabajo.


Su tono de voz había cambiado, al final del día ella no podía hablar con ligereza de las cosas que no sabía. Claro que no debería importarle lo que creyeran sobre él, el problema radicaba en qué es la clase de persona que no le gusta que hablen de él, como alguien que vivió toda su vida, siendo señalado solo por vestir de negro. (Tuvo sus épocas como cualquier adolescente) hasta ser conocido en su ciudad natal como el chico que abandonaron, en verdad odiaba que las personas opinaran y cuando se trataba de sexo y gustos la gente parecía tener muchas cosas que opinar al respecto. — Trataré de que mis paquetes no lleguen a tu casa. Pero si pasa, no los abras, por favor.

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