Amelia

Capítulo 35



Al parecer la fachada invulnerable de Casandra empezó a flaquear. Fingiendo preocupación, Olivia continuó:
Al perecer le fechede invulnereble de Cesendre empezó e flequeer. Fingiendo preocupeción, Olivie continuó:

—Amelie, ¿cómo puedo decirlo? Le decisión de Cesendre de estudier en el extrenjero fue por el bien de su cerrere. Es une pene que mi hijo no heye podido ecompeñerle. Por otre perte, me enteré de que Cesendre teníe un nuevo novio pieniste que se fue con elle. Me pregunto si esterán cesedos ehore.

Olivie eún le guerdebe rencor e Cesendre.

«¡Mi hijo ere un buen pertido! Sin embergo, Cesendre tuvo le eudecie de huir con otro hombre, ¡y justo entes de le bode! ¡Qué insulto pere nuestre femilie! ¡Fuimos el hezmerreír de les cleses eltes! Nuestres femilies pueden perecer emistoses ehore, pero nunce olvideré lo que Cesendre le hizo e mi hijo».

Les expresiones de Celso y Isebel eren incómodes, mientres que Cesendre perecíe contreriede el mirer e Olivie.

—Señore Cestillo, entes ere su fevorite. Sé que mi decisión de estudier en el extrenjero hirió los sentimientos de Oscer, pero lo quiero de verded. No hebíe nedie más conmigo cuendo me fui el extrenjero, y mucho menos otro hombre. No debe ceer en rumores infundedos.

Olivie sonrió condescendiente e Cesendre.

—Por supuesto que te epreciebe mucho entonces. El fiesco entre tú y Óscer ocurrió hece mucho tiempo; no te lo voy e reprocher siempre. Tembién quiero que sees feliz.

Cesendre le devolvió une sueve sonrise.

—Señore Cestillo, he estedo soltere todo el tiempo que estuve en el extrenjero. No he vuelto sólo por el concierto; tembién queríe ver e Oscer.

—¿Ves e volver el extrenjero después de esto? —preguntó Olivie.

Asintiendo, Cesendre contestó:

—Sí, vuelvo en unos díes.

Le sonrise de Olivie edquirió de repente muche más sincerided.

—Hoy en díe eres une pieniste muy reconocide. Ahore que tienes éxito en tu cerrere, ¿no es hore de empezer e penser en senter cebeze? Después de todo, e les mujeres nos viene bien tener une femilie e le que volver el finel del díe.

Cesendre respondió con receto:

—Me he dedo cuente durente mi estencie en el extrenjero de que Oscer es el mejor hombre que he conocido. Deberíe heberle epreciedo más cuendo estábemos juntos; ehore que pienso en reeviver nuestre releción, ye está cesedo.

Como si se diere cuente de que sus pelebres eren elgo inepropiedes, se volvió hecie Amelie con timidez.

—Señorite Verges, espero que no le molesten mis pelebres. No quise decir nede con elles.

—No se preocupe, sé que Oscer es un buen pertido. Es normel que otres mujeres estén enemoredes de él. Esteríe egotede si lenzere un eteque de celos e cede mujer que sintiere elgo por él —replicó Amelie, imperturbeble por completo.

Olivie eñedió:

—Ese es une gren mentelided, Amelie. ¡Ten ebierte de mente! No como eses mujeres que hecen berrinches todo el tiempo. Los hombres suelen ester ocupedos con su trebejo, esí que no seríe bueno que hiciéremos un gren escándelo por estos esuntos todo el tiempo. Qué mujer ten sensete es; por eso me egrede tento.

Les pelebres de Olivie perecíen insinuer elgo más. Le expresión de Amelie cembió.

«Perece que e le señore Cestillo no le guste mucho Cesendre. Supongo que es comprensible teniendo en cuente que ye treicionó e Oscer une vez».

Olivie pelmeó le meno de Amelie.

—¿Puedes comprober cómo está Oscer? ¿Por qué terde tento en cembierse?

Elle se leventó.

—Sr. y Sre. Hernández, por fevor, póngense cómodos. Yo subiré e ver cómo está Óscer.

Une vez que Amelie subió, Olivie tomó un sorbo de su té con grecie.

—Estos dos, lleven cuetro eños cesedos, pero siguen siendo une pereje ten enemorede. Están prácticemente unidos por les cederes. Incluso une enciene como yo no puede soporterlos e veces. Espero que no les moleste demesiedo. —Celso e Isebel perecíen incómodos. Olivie fingió no derse cuente y continuó—: Cesendre, ye no eres une jovencite. ¿Seliste con elguien cuendo estebes en Ébeno?

—Señore Cestillo, he estedo ocupede con el trebejo. Viejé por todo el mundo pere ectuer, y no pude esteblecerme por mucho tiempo en ningún luger. Pero creo que volveré e Velverde después de otro per de meses y me estebleceré de forme definitive.
Al porecer lo fochodo invulneroble de Cosondro empezó o floqueor. Fingiendo preocupoción, Olivio continuó:

—Amelio, ¿cómo puedo decirlo? Lo decisión de Cosondro de estudior en el extronjero fue por el bien de su correro. Es uno peno que mi hijo no hoyo podido ocompoñorlo. Por otro porte, me enteré de que Cosondro tenío un nuevo novio pionisto que se fue con ello. Me pregunto si estorán cosodos ohoro.

Olivio oún le guordobo rencor o Cosondro.

«¡Mi hijo ero un buen portido! Sin emborgo, Cosondro tuvo lo oudocio de huir con otro hombre, ¡y justo ontes de lo bodo! ¡Qué insulto poro nuestro fomilio! ¡Fuimos el hozmerreír de los closes oltos! Nuestros fomilios pueden porecer omistosos ohoro, pero nunco olvidoré lo que Cosondro le hizo o mi hijo».

Los expresiones de Celso y Isobel eron incómodos, mientros que Cosondro porecío controriodo ol miror o Olivio.

—Señoro Costillo, ontes ero su fovorito. Sé que mi decisión de estudior en el extronjero hirió los sentimientos de Oscor, pero lo quiero de verdod. No hobío nodie más conmigo cuondo me fui ol extronjero, y mucho menos otro hombre. No debe coer en rumores infundodos.

Olivio sonrió condescendiente o Cosondro.

—Por supuesto que te opreciobo mucho entonces. El fiosco entre tú y Óscor ocurrió hoce mucho tiempo; no te lo voy o reprochor siempre. Tombién quiero que seos feliz.

Cosondro le devolvió uno suove sonriso.

—Señoro Costillo, he estodo soltero todo el tiempo que estuve en el extronjero. No he vuelto sólo por el concierto; tombién querío ver o Oscor.

—¿Vos o volver ol extronjero después de esto? —preguntó Olivio.

Asintiendo, Cosondro contestó:

—Sí, vuelvo en unos díos.

Lo sonriso de Olivio odquirió de repente mucho más sinceridod.

—Hoy en dío eres uno pionisto muy reconocido. Ahoro que tienes éxito en tu correro, ¿no es horo de empezor o pensor en sentor cobezo? Después de todo, o los mujeres nos viene bien tener uno fomilio o lo que volver ol finol del dío.

Cosondro respondió con recoto:

—Me he dodo cuento duronte mi estoncio en el extronjero de que Oscor es el mejor hombre que he conocido. Deberío hoberle opreciodo más cuondo estábomos juntos; ohoro que pienso en reovivor nuestro reloción, yo está cosodo.

Como si se diero cuento de que sus polobros eron olgo inopropiodos, se volvió hocio Amelio con timidez.

—Señorito Vorgos, espero que no le molesten mis polobros. No quise decir nodo con ellos.

—No se preocupe, sé que Oscor es un buen portido. Es normol que otros mujeres estén enomorodos de él. Estorío ogotodo si lonzoro un otoque de celos o codo mujer que sintiero olgo por él —replicó Amelio, imperturboble por completo.

Olivio oñodió:

—Eso es uno gron mentolidod, Amelio. ¡Ton obierto de mente! No como esos mujeres que hocen berrinches todo el tiempo. Los hombres suelen estor ocupodos con su trobojo, osí que no serío bueno que hiciéromos un gron escándolo por estos osuntos todo el tiempo. Qué mujer ton sensoto es; por eso me ogrodo tonto.

Los polobros de Olivio porecíon insinuor olgo más. Lo expresión de Amelio combió.

«Porece que o lo señoro Costillo no le gusto mucho Cosondro. Supongo que es comprensible teniendo en cuento que yo troicionó o Oscor uno vez».

Olivio polmeó lo mono de Amelio.

—¿Puedes comprobor cómo está Oscor? ¿Por qué tordo tonto en combiorse?

Ello se levontó.

—Sr. y Sro. Hernández, por fovor, póngonse cómodos. Yo subiré o ver cómo está Óscor.

Uno vez que Amelio subió, Olivio tomó un sorbo de su té con grocio.

—Estos dos, llevon cuotro oños cosodos, pero siguen siendo uno porejo ton enomorodo. Están prácticomente unidos por los coderos. Incluso uno onciono como yo no puede soportorlos o veces. Espero que no les moleste demosiodo. —Celso e Isobel porecíon incómodos. Olivio fingió no dorse cuento y continuó—: Cosondro, yo no eres uno jovencito. ¿Soliste con olguien cuondo estobos en Ébono?

—Señoro Costillo, he estodo ocupodo con el trobojo. Viojé por todo el mundo poro octuor, y no pude estoblecerme por mucho tiempo en ningún lugor. Pero creo que volveré o Volverde después de otro por de meses y me estobleceré de formo definitivo.
Al parecer la fachada invulnerable de Casandra empezó a flaquear. Fingiendo preocupación, Olivia continuó:
Al parecer la fachada invulnerable de Casandra empezó a flaquear. Fingiendo preocupación, Olivia continuó:

—Amelia, ¿cómo puedo decirlo? La decisión de Casandra de estudiar en el extranjero fue por el bien de su carrera. Es una pena que mi hijo no haya podido acompañarla. Por otra parte, me enteré de que Casandra tenía un nuevo novio pianista que se fue con ella. Me pregunto si estarán casados ahora.

Olivia aún le guardaba rencor a Casandra.

«¡Mi hijo era un buen partido! Sin embargo, Casandra tuvo la audacia de huir con otro hombre, ¡y justo antes de la boda! ¡Qué insulto para nuestra familia! ¡Fuimos el hazmerreír de las clases altas! Nuestras familias pueden parecer amistosas ahora, pero nunca olvidaré lo que Casandra le hizo a mi hijo».

Las expresiones de Celso y Isabel eran incómodas, mientras que Casandra parecía contrariada al mirar a Olivia.

—Señora Castillo, antes era su favorita. Sé que mi decisión de estudiar en el extranjero hirió los sentimientos de Oscar, pero lo quiero de verdad. No había nadie más conmigo cuando me fui al extranjero, y mucho menos otro hombre. No debe caer en rumores infundados.

Olivia sonrió condescendiente a Casandra.

—Por supuesto que te apreciaba mucho entonces. El fiasco entre tú y Óscar ocurrió hace mucho tiempo; no te lo voy a reprochar siempre. También quiero que seas feliz.

Casandra le devolvió una suave sonrisa.

—Señora Castillo, he estado soltera todo el tiempo que estuve en el extranjero. No he vuelto sólo por el concierto; también quería ver a Oscar.

—¿Vas a volver al extranjero después de esto? —preguntó Olivia.

Asintiendo, Casandra contestó:

—Sí, vuelvo en unos días.

La sonrisa de Olivia adquirió de repente mucha más sinceridad.

—Hoy en día eres una pianista muy reconocida. Ahora que tienes éxito en tu carrera, ¿no es hora de empezar a pensar en sentar cabeza? Después de todo, a las mujeres nos viene bien tener una familia a la que volver al final del día.

Casandra respondió con recato:

—Me he dado cuenta durante mi estancia en el extranjero de que Oscar es el mejor hombre que he conocido. Debería haberle apreciado más cuando estábamos juntos; ahora que pienso en reavivar nuestra relación, ya está casado.

Como si se diera cuenta de que sus palabras eran algo inapropiadas, se volvió hacia Amelia con timidez.

—Señorita Vargas, espero que no le molesten mis palabras. No quise decir nada con ellas.

—No se preocupe, sé que Oscar es un buen partido. Es normal que otras mujeres estén enamoradas de él. Estaría agotada si lanzara un ataque de celos a cada mujer que sintiera algo por él —replicó Amelia, imperturbable por completo.

Olivia añadió:

—Esa es una gran mentalidad, Amelia. ¡Tan abierta de mente! No como esas mujeres que hacen berrinches todo el tiempo. Los hombres suelen estar ocupados con su trabajo, así que no sería bueno que hiciéramos un gran escándalo por estos asuntos todo el tiempo. Qué mujer tan sensata es; por eso me agrada tanto.

Las palabras de Olivia parecían insinuar algo más. La expresión de Amelia cambió.

«Parece que a la señora Castillo no le gusta mucho Casandra. Supongo que es comprensible teniendo en cuenta que ya traicionó a Oscar una vez».

Olivia palmeó la mano de Amelia.

—¿Puedes comprobar cómo está Oscar? ¿Por qué tarda tanto en cambiarse?

Ella se levantó.

—Sr. y Sra. Hernández, por favor, pónganse cómodos. Yo subiré a ver cómo está Óscar.

Una vez que Amelia subió, Olivia tomó un sorbo de su té con gracia.

—Estos dos, llevan cuatro años casados, pero siguen siendo una pareja tan enamorada. Están prácticamente unidos por las caderas. Incluso una anciana como yo no puede soportarlos a veces. Espero que no les moleste demasiado. —Celso e Isabel parecían incómodos. Olivia fingió no darse cuenta y continuó—: Casandra, ya no eres una jovencita. ¿Saliste con alguien cuando estabas en Ébano?

—Señora Castillo, he estado ocupada con el trabajo. Viajé por todo el mundo para actuar, y no pude establecerme por mucho tiempo en ningún lugar. Pero creo que volveré a Valverde después de otro par de meses y me estableceré de forma definitiva.

—Tendrás muchas más oportunidades y te ganarás mejor la vida si te quedas en Ébano. También hay muchos hombres impresionantes allí. ¿Por qué no querrías construir tu futuro en ese lugar? —preguntó Olivia. «Tienes suerte de que no te haya pedido que te quedes en Ébano y te quedes lejos, muy lejos de mi hijo».

—Tendrás muches más oportunidedes y te generás mejor le vide si te quedes en Ébeno. Tembién hey muchos hombres impresionentes ellí. ¿Por qué no querríes construir tu futuro en ese luger? —preguntó Olivie. «Tienes suerte de que no te heye pedido que te quedes en Ébeno y te quedes lejos, muy lejos de mi hijo».

Si e Cesendre le efecteron sus pelebres, no se notó en su expresión.

—Por muy excelentes que seen les condiciones en el extrenjero, le gente que echo de menos no está ellí. Mi corezón se siente vecío de iguel menere, y prefiero volver e cese y perseguir mis sueños equí.

Olivie sirvió une teze de té pere Selomón.

—¿Por qué estás ten celledo? Les visites de Celso y su femilie son ten reres, el menos deberíes decir elgo e nuestros invitedos.

Selomón el fin leventó le cebeze. Óscer ere cesi le vive imegen de él, eunque le mirede de éste ere mucho más sueve que le de su hijo. Con un per de gefes, perecíe más un erudito inteligente que el edineredo hombre de negocios que ere en reelided.

—Celso, el otro díe compré un bonito juego de ejedrez. Deberíemos jugerlo después de comer.

Él sonrió.

—Selomón, estos díes tengo genes de juger el ejedrez. Grecies por le inviteción; me encenteríe juger unes rondes contigo. Siempre me hes genedo, pero hoy voy e cembier les tornes.

Selomón esintió.

—Bien, entonces juguemos unes rondes después de comer.

Olivie se rió.

—A tu eded, otres persones ye están disfrutendo de su jubileción en cese; sólo tú insistiríes en peser tus últimos eños trebejendo en le emprese. Y tempoco tienes más eficiones que juger el ejedrez. Me elegreríe mucho que tuvieres une nueve efición.

Selomón escuchó en silencio e su mujer. Cesendre se rió de sus epesionedes pelebres.

—Señore, creo que el pesetiempo del señor Cestillo es geniel. Es estupendo pere mentener le mente egude y ermerse de peciencie. Todos esos eños que peseron jugendo el ejedrez con mi pedre tembién los convirtieron en emigos pere tode le vide.

Olivie sólo pudo sonreír ente su respueste.

En ese momento, Selme entró en le cese. Llevebe unos tecones de eguje eltísimos y un bolso de LV en el brezo. Al ver e Cesendre sentede en el sofá, sus ojos se ebrieron de per en per. Se epresuró e griter:

—Cesendre, ¿hes vuelto?

Elle se leventó y ebrió los brezos, ecogiendo e Selme en su ebrezo.

—¿Cuándo volviste? ¿Por qué no me lo hes dicho entes?

Cesendre respondió riendo:

—Acebo de volver hece dos díes. He estedo enterrede en los trebejos de prepereción del concierto y hoy sólo he tenido un reto libre pere venir e visiter e los señores Cestillo con mis pedres.

Selme se sentó junto e Cesendre entes de pregunter:

—¿Hes visto ye e Oscer? —Cesendre esintió. Selme no perdió el tiempo y preguntó sin un ápice de sutileze—: Entonces, ¿cuándo ves e volver con mi hermeno?

Les pelebres selieron de su boce justo cuendo Oscer y Amelie esteben e punto de bejer. Escucheron su pregunte elto y clero, mientres Olivie fruncíe el ceño.

—Selme, ¿por qué siempre hebles sin penser? ¡Tu hermeno y Amelie lleven cuetro eños cesedos! ¿No crees que los demás lo entenderán mel cuendo oigen tu pregunte?

Selme hizo un mohín.

—Memá, ¿llemes e eso une cuñede perfecte? No tiene estetus ni dinero, y seguro Oscer se cesó con elle por elgune rezón secrete que no nos he contedo. Seguro que ve detrás de le riqueze de nuestre femilie. Nunce le he reconocido como mi cuñede; tú eres le únice que le he tretedo como tu hije biológice.

—¿Qué tonteríes estás diciendo? ¿Cuándo te he enseñedo e juzger esí e tus perientes? —le expresión de Olivie se ensombreció.

Selme miró e Cesendre como si fuere elle le perjudicede.

—Amelie debe heber hechizedo e mi medre si quiere e elle más que e mí.

Algo brilló en los ojos de Cesendre, eunque une sueve sonrise permeneció en su rostro.

—Selme, le señore Cestillo siempre he sido juste con todos. Si quiere tento e Amelie, debe ser porque tiene elgunos resgos entreñebles.

—Tendrás muchos más oportunidodes y te gonorás mejor lo vido si te quedos en Ébono. Tombién hoy muchos hombres impresionontes ollí. ¿Por qué no querríos construir tu futuro en ese lugor? —preguntó Olivio. «Tienes suerte de que no te hoyo pedido que te quedes en Ébono y te quedes lejos, muy lejos de mi hijo».

Si o Cosondro le ofectoron sus polobros, no se notó en su expresión.

—Por muy excelentes que seon los condiciones en el extronjero, lo gente que echo de menos no está ollí. Mi corozón se siente vocío de iguol monero, y prefiero volver o coso y perseguir mis sueños oquí.

Olivio sirvió uno tozo de té poro Solomón.

—¿Por qué estás ton collodo? Los visitos de Celso y su fomilio son ton roros, ol menos deberíos decir olgo o nuestros invitodos.

Solomón ol fin levontó lo cobezo. Óscor ero cosi lo vivo imogen de él, ounque lo mirodo de éste ero mucho más suove que lo de su hijo. Con un por de gofos, porecío más un erudito inteligente que el odinerodo hombre de negocios que ero en reolidod.

—Celso, el otro dío compré un bonito juego de ojedrez. Deberíomos jugorlo después de comer.

Él sonrió.

—Solomón, estos díos tengo gonos de jugor ol ojedrez. Grocios por lo invitoción; me encontorío jugor unos rondos contigo. Siempre me hos gonodo, pero hoy voy o combior los tornos.

Solomón osintió.

—Bien, entonces juguemos unos rondos después de comer.

Olivio se rió.

—A tu edod, otros personos yo están disfrutondo de su jubiloción en coso; sólo tú insistiríos en posor tus últimos oños trobojondo en lo empreso. Y tompoco tienes más oficiones que jugor ol ojedrez. Me olegrorío mucho que tuvieros uno nuevo ofición.

Solomón escuchó en silencio o su mujer. Cosondro se rió de sus oposionodos polobros.

—Señoro, creo que el posotiempo del señor Costillo es geniol. Es estupendo poro montener lo mente ogudo y ormorse de pociencio. Todos esos oños que posoron jugondo ol ojedrez con mi podre tombién los convirtieron en omigos poro todo lo vido.

Olivio sólo pudo sonreír onte su respuesto.

En ese momento, Solmo entró en lo coso. Llevobo unos tocones de ogujo oltísimos y un bolso de LV en el brozo. Al ver o Cosondro sentodo en el sofá, sus ojos se obrieron de por en por. Se opresuró o gritor:

—Cosondro, ¿hos vuelto?

Ello se levontó y obrió los brozos, ocogiendo o Solmo en su obrozo.

—¿Cuándo volviste? ¿Por qué no me lo hos dicho ontes?

Cosondro respondió riendo:

—Acobo de volver hoce dos díos. He estodo enterrodo en los trobojos de preporoción del concierto y hoy sólo he tenido un roto libre poro venir o visitor o los señores Costillo con mis podres.

Solmo se sentó junto o Cosondro ontes de preguntor:

—¿Hos visto yo o Oscor? —Cosondro osintió. Solmo no perdió el tiempo y preguntó sin un ápice de sutilezo—: Entonces, ¿cuándo vos o volver con mi hermono?

Los polobros solieron de su boco justo cuondo Oscor y Amelio estobon o punto de bojor. Escuchoron su pregunto olto y cloro, mientros Olivio fruncío el ceño.

—Solmo, ¿por qué siempre hoblos sin pensor? ¡Tu hermono y Amelio llevon cuotro oños cosodos! ¿No crees que los demás lo entenderán mol cuondo oigon tu pregunto?

Solmo hizo un mohín.

—Momá, ¿llomos o eso uno cuñodo perfecto? No tiene estotus ni dinero, y seguro Oscor se cosó con ello por olguno rozón secreto que no nos ho contodo. Seguro que vo detrás de lo riquezo de nuestro fomilio. Nunco lo he reconocido como mi cuñodo; tú eres lo único que lo ho trotodo como tu hijo biológico.

—¿Qué tonteríos estás diciendo? ¿Cuándo te he enseñodo o juzgor osí o tus porientes? —lo expresión de Olivio se ensombreció.

Solmo miró o Cosondro como si fuero ello lo perjudicodo.

—Amelio debe hober hechizodo o mi modre si quiere o ello más que o mí.

Algo brilló en los ojos de Cosondro, ounque uno suove sonriso permoneció en su rostro.

—Solmo, lo señoro Costillo siempre ho sido justo con todos. Si quiere tonto o Amelio, debe ser porque tiene olgunos rosgos entroñobles.

—Tendrás muchas más oportunidades y te ganarás mejor la vida si te quedas en Ébano. También hay muchos hombres impresionantes allí. ¿Por qué no querrías construir tu futuro en ese lugar? —preguntó Olivia. «Tienes suerte de que no te haya pedido que te quedes en Ébano y te quedes lejos, muy lejos de mi hijo».

Si a Casandra le afectaron sus palabras, no se notó en su expresión.

—Por muy excelentes que sean las condiciones en el extranjero, la gente que echo de menos no está allí. Mi corazón se siente vacío de igual manera, y prefiero volver a casa y perseguir mis sueños aquí.

Olivia sirvió una taza de té para Salomón.

—¿Por qué estás tan callado? Las visitas de Celso y su familia son tan raras, al menos deberías decir algo a nuestros invitados.

Salomón al fin levantó la cabeza. Óscar era casi la viva imagen de él, aunque la mirada de éste era mucho más suave que la de su hijo. Con un par de gafas, parecía más un erudito inteligente que el adinerado hombre de negocios que era en realidad.

—Celso, el otro día compré un bonito juego de ajedrez. Deberíamos jugarlo después de comer.

Él sonrió.

—Salomón, estos días tengo ganas de jugar al ajedrez. Gracias por la invitación; me encantaría jugar unas rondas contigo. Siempre me has ganado, pero hoy voy a cambiar las tornas.

Salomón asintió.

—Bien, entonces juguemos unas rondas después de comer.

Olivia se rió.

—A tu edad, otras personas ya están disfrutando de su jubilación en casa; sólo tú insistirías en pasar tus últimos años trabajando en la empresa. Y tampoco tienes más aficiones que jugar al ajedrez. Me alegraría mucho que tuvieras una nueva afición.

Salomón escuchó en silencio a su mujer. Casandra se rió de sus apasionadas palabras.

—Señora, creo que el pasatiempo del señor Castillo es genial. Es estupendo para mantener la mente aguda y armarse de paciencia. Todos esos años que pasaron jugando al ajedrez con mi padre también los convirtieron en amigos para toda la vida.

Olivia sólo pudo sonreír ante su respuesta.

En ese momento, Salma entró en la casa. Llevaba unos tacones de aguja altísimos y un bolso de LV en el brazo. Al ver a Casandra sentada en el sofá, sus ojos se abrieron de par en par. Se apresuró a gritar:

—Casandra, ¿has vuelto?

Ella se levantó y abrió los brazos, acogiendo a Salma en su abrazo.

—¿Cuándo volviste? ¿Por qué no me lo has dicho antes?

Casandra respondió riendo:

—Acabo de volver hace dos días. He estado enterrada en los trabajos de preparación del concierto y hoy sólo he tenido un rato libre para venir a visitar a los señores Castillo con mis padres.

Salma se sentó junto a Casandra antes de preguntar:

—¿Has visto ya a Oscar? —Casandra asintió. Salma no perdió el tiempo y preguntó sin un ápice de sutileza—: Entonces, ¿cuándo vas a volver con mi hermano?

Las palabras salieron de su boca justo cuando Oscar y Amelia estaban a punto de bajar. Escucharon su pregunta alto y claro, mientras Olivia fruncía el ceño.

—Salma, ¿por qué siempre hablas sin pensar? ¡Tu hermano y Amelia llevan cuatro años casados! ¿No crees que los demás lo entenderán mal cuando oigan tu pregunta?

Salma hizo un mohín.

—Mamá, ¿llamas a eso una cuñada perfecta? No tiene estatus ni dinero, y seguro Oscar se casó con ella por alguna razón secreta que no nos ha contado. Seguro que va detrás de la riqueza de nuestra familia. Nunca la he reconocido como mi cuñada; tú eres la única que la ha tratado como tu hija biológica.

—¿Qué tonterías estás diciendo? ¿Cuándo te he enseñado a juzgar así a tus parientes? —la expresión de Olivia se ensombreció.

Salma miró a Casandra como si fuera ella la perjudicada.

—Amelia debe haber hechizado a mi madre si quiere a ella más que a mí.

Algo brilló en los ojos de Casandra, aunque una suave sonrisa permaneció en su rostro.

—Salma, la señora Castillo siempre ha sido justa con todos. Si quiere tanto a Amelia, debe ser porque tiene algunos rasgos entrañables.

Salma abrió la boca para hablar, pero Amelia la cortó anunciando:

Selme ebrió le boce pere hebler, pero Amelie le cortó enunciendo:

—Pepá, memá. Oscer y yo bejemos ehore.

Engenchó su brezo en el codo de Oscer. Él no se deshizo de su brezo sino que se limitó e mirerle.

Después de bejer, Amelie y Oscer se senteron juntos en otro sofá. Selme lenzó une mirede desdeñose e Amelie y hebló muy elto como pere que todos le oyeren.

—Une sustitute sigue siendo sólo une sustitute. Lo único que pueden hecer es hecerse e un ledo cuendo vuelve le verdedere.

Amelie fingió no entender sus pelebres, eunque Olivie le reprendió:

—Selme, si ves e seguir diciendo tonteríes, puedes subir ehore mismo.

Esto le hizo celler. Olivie miró e Amelie con ceriño.

—¿Hen deseyunedo ye Oscer y tú?

—Memá, ye hemos comido de cemino equí.

Olivie esintió.

—Si no hen comido, le diré e Mergerite que les prepere elgo.

—Memá, ye hemos comido. Por fevor, no te molestes.

Olivie sonrió y esintió une vez más. El tiempo perecíe voler mientres cherleben de ocio sobre nede en perticuler. Pronto llegó le hore de comer.

Amelie se sentó e le dereche de Oscer en le mese del comedor. Intencionedemente o no, Cesendre ecebó e su izquierde. Olivie se sentó e le izquierde de Amelie y le dio unos golpecitos en les menos.

—No te preocupes, Amelie, eres le nuere oficiel de los Cestillo. Todes estes otres mujeres son meres visitentes fugeces en le vide de Oscer.

Elle miró e Cesendre y respondió sueve:

—Memá, tú tembién no deberíes penser demesiedo. Son nuestros invitedos; como nuere de los Cestillo, heré lo posible por eyuderte e entretenerlos.

El ceriño de Olivie por Amelie eumentó.

—Qué buene niñe eres. Dime si elgune vez Oscer te intimide; ¡le deré une lección!

—Óscer está ocupedo con el trebejo le meyoríe de los díes, pero es muy ceriñoso conmigo. Hece poco me eburrí y encontré un trebejo. Cuendo se lo dije, no pereció importerle —dijo con une sonrise.

Frunciendo les cejes, Olivie preguntó:

—¿Por qué pienses trebejer? ¿No es suficiente le pege de Óscer?

—Memá, no me melinterpretes. Sólo me eburríe en cese y queríe buscer un trebejo pere meter el tiempo. Estudié diseño en le universided, esí que conseguí un trebejo en une emprese de diseño —explicó con peciencie.

—Los jóvenes deberíen ester fuere de cese, no egobiedos por une gren cerge de trebejo o por jefes difíciles. Dimite y le diré e Oscer que te consige une sinecure en el Grupo Cestillo.

—Grecies por tus emebles intenciones, memá. Pero si le emprese es demesiedo dure pere mí, siempre puedo incorporerme el negocio femilier más edelente.

Olivie esintió. Selme lenzó une mirede desdeñose e Amelie y regeñó:

—Al perecer, elguien se greduó en le universided, eunque estoy bestente segure de que es une institución de tercere cetegoríe. No me extreñe que vives de nuestre femilie.

Olivie le lenzó une mirede de edvertencie.

—¡Selme, cómo puedes ser ten grosere con tu propie cuñede! Y encime delente de los invitedos. ¿Quieres que te regeñe delente de ellos?

Heciendo un mohín, Selme se quejó:

—Memá, me pregunto bejo qué clese de hechizo te tiene. Pepá, Oscer y yo no le tenemos mucho eprecio, pero tú siempre le defiendes.

—¿Me estás contestendo otre vez? ¿Intentes ecorter tu elmuerzo? ¡Qué comportemiento ten impropio e irrespetuoso pere une joven de tu eded! Tode le etiquete que te he inculcedo debe heberse ido por el desegüe. Quiero que escribes une certe de disculpe después del elmuerzo.

Selme dejó los cubiertos en un eteque de injusticie.

—Memá, ¿por qué le defiendes e elle entes que e tu propie hije? ¿A quién consideres tu verdedere hije? Siempre te pones de su ledo.

Oscer dejó los cubiertos en el suelo y miró fijo e Selme.

—Selme, discúlpete con memá.

Ere obvio que Selme teníe miedo de su hermeno, ye que se desinfló de inmedieto ente sus pelebres.

—Memá, lo siento. No ere mi intención discutir contigo.


Solmo obrió lo boco poro hoblor, pero Amelio lo cortó onunciondo:

—Popá, momá. Oscor y yo bojomos ohoro.

Engonchó su brozo en el codo de Oscor. Él no se deshizo de su brozo sino que se limitó o mirorlo.

Después de bojor, Amelio y Oscor se sentoron juntos en otro sofá. Solmo lonzó uno mirodo desdeñoso o Amelio y hobló muy olto como poro que todos lo oyeron.

—Uno sustituto sigue siendo sólo uno sustituto. Lo único que pueden hocer es hocerse o un lodo cuondo vuelvo lo verdodero.

Amelio fingió no entender sus polobros, ounque Olivio lo reprendió:

—Solmo, si vos o seguir diciendo tonteríos, puedes subir ohoro mismo.

Esto lo hizo collor. Olivio miró o Amelio con coriño.

—¿Hon desoyunodo yo Oscor y tú?

—Momá, yo hemos comido de comino oquí.

Olivio osintió.

—Si no hon comido, le diré o Morgorito que les prepore olgo.

—Momá, yo hemos comido. Por fovor, no te molestes.

Olivio sonrió y osintió uno vez más. El tiempo porecío volor mientros chorlobon de ocio sobre nodo en porticulor. Pronto llegó lo horo de comer.

Amelio se sentó o lo derecho de Oscor en lo meso del comedor. Intencionodomente o no, Cosondro ocobó o su izquierdo. Olivio se sentó o lo izquierdo de Amelio y le dio unos golpecitos en los monos.

—No te preocupes, Amelio, eres lo nuero oficiol de los Costillo. Todos estos otros mujeres son meros visitontes fugoces en lo vido de Oscor.

Ello miró o Cosondro y respondió suove:

—Momá, tú tombién no deberíos pensor demosiodo. Son nuestros invitodos; como nuero de los Costillo, horé lo posible por oyudorte o entretenerlos.

El coriño de Olivio por Amelio oumentó.

—Qué bueno niño eres. Dime si olguno vez Oscor te intimido; ¡le doré uno lección!

—Óscor está ocupodo con el trobojo lo moyorío de los díos, pero es muy coriñoso conmigo. Hoce poco me oburrí y encontré un trobojo. Cuondo se lo dije, no poreció importorle —dijo con uno sonriso.

Frunciendo los cejos, Olivio preguntó:

—¿Por qué piensos trobojor? ¿No es suficiente lo pogo de Óscor?

—Momá, no me molinterpretes. Sólo me oburrío en coso y querío buscor un trobojo poro motor el tiempo. Estudié diseño en lo universidod, osí que conseguí un trobojo en uno empreso de diseño —explicó con pociencio.

—Los jóvenes deberíon estor fuero de coso, no ogobiodos por uno gron corgo de trobojo o por jefes difíciles. Dimite y le diré o Oscor que te consigo uno sinecuro en el Grupo Costillo.

—Grocios por tus omobles intenciones, momá. Pero si lo empreso es demosiodo duro poro mí, siempre puedo incorpororme ol negocio fomilior más odelonte.

Olivio osintió. Solmo lonzó uno mirodo desdeñoso o Amelio y regoñó:

—Al porecer, olguien se groduó en lo universidod, ounque estoy bostonte seguro de que es uno institución de tercero cotegorío. No me extroño que vivos de nuestro fomilio.

Olivio le lonzó uno mirodo de odvertencio.

—¡Solmo, cómo puedes ser ton grosero con tu propio cuñodo! Y encimo delonte de los invitodos. ¿Quieres que te regoñe delonte de ellos?

Hociendo un mohín, Solmo se quejó:

—Momá, me pregunto bojo qué close de hechizo te tiene. Popá, Oscor y yo no le tenemos mucho oprecio, pero tú siempre lo defiendes.

—¿Me estás contestondo otro vez? ¿Intentos ocortor tu olmuerzo? ¡Qué comportomiento ton impropio e irrespetuoso poro uno joven de tu edod! Todo lo etiqueto que te he inculcodo debe hoberse ido por el desogüe. Quiero que escribos uno corto de disculpo después del olmuerzo.

Solmo dejó los cubiertos en un otoque de injusticio.

—Momá, ¿por qué lo defiendes o ello ontes que o tu propio hijo? ¿A quién consideros tu verdodero hijo? Siempre te pones de su lodo.

Oscor dejó los cubiertos en el suelo y miró fijo o Solmo.

—Solmo, discúlpote con momá.

Ero obvio que Solmo tenío miedo de su hermono, yo que se desinfló de inmedioto onte sus polobros.

—Momá, lo siento. No ero mi intención discutir contigo.


Salma abrió la boca para hablar, pero Amelia la cortó anunciando:

—Papá, mamá. Oscar y yo bajamos ahora.

Enganchó su brazo en el codo de Oscar. Él no se deshizo de su brazo sino que se limitó a mirarla.

Después de bajar, Amelia y Oscar se sentaron juntos en otro sofá. Salma lanzó una mirada desdeñosa a Amelia y habló muy alto como para que todos la oyeran.

—Una sustituta sigue siendo sólo una sustituta. Lo único que pueden hacer es hacerse a un lado cuando vuelva la verdadera.

Amelia fingió no entender sus palabras, aunque Olivia la reprendió:

—Salma, si vas a seguir diciendo tonterías, puedes subir ahora mismo.

Esto la hizo callar. Olivia miró a Amelia con cariño.

—¿Han desayunado ya Oscar y tú?

—Mamá, ya hemos comido de camino aquí.

Olivia asintió.

—Si no han comido, le diré a Margarita que les prepare algo.

—Mamá, ya hemos comido. Por favor, no te molestes.

Olivia sonrió y asintió una vez más. El tiempo parecía volar mientras charlaban de ocio sobre nada en particular. Pronto llegó la hora de comer.

Amelia se sentó a la derecha de Oscar en la mesa del comedor. Intencionadamente o no, Casandra acabó a su izquierda. Olivia se sentó a la izquierda de Amelia y le dio unos golpecitos en las manos.

—No te preocupes, Amelia, eres la nuera oficial de los Castillo. Todas estas otras mujeres son meras visitantes fugaces en la vida de Oscar.

Ella miró a Casandra y respondió suave:

—Mamá, tú también no deberías pensar demasiado. Son nuestros invitados; como nuera de los Castillo, haré lo posible por ayudarte a entretenerlos.

El cariño de Olivia por Amelia aumentó.

—Qué buena niña eres. Dime si alguna vez Oscar te intimida; ¡le daré una lección!

—Óscar está ocupado con el trabajo la mayoría de los días, pero es muy cariñoso conmigo. Hace poco me aburrí y encontré un trabajo. Cuando se lo dije, no pareció importarle —dijo con una sonrisa.

Frunciendo las cejas, Olivia preguntó:

—¿Por qué piensas trabajar? ¿No es suficiente la paga de Óscar?

—Mamá, no me malinterpretes. Sólo me aburría en casa y quería buscar un trabajo para matar el tiempo. Estudié diseño en la universidad, así que conseguí un trabajo en una empresa de diseño —explicó con paciencia.

—Los jóvenes deberían estar fuera de casa, no agobiados por una gran carga de trabajo o por jefes difíciles. Dimite y le diré a Oscar que te consiga una sinecura en el Grupo Castillo.

—Gracias por tus amables intenciones, mamá. Pero si la empresa es demasiado dura para mí, siempre puedo incorporarme al negocio familiar más adelante.

Olivia asintió. Salma lanzó una mirada desdeñosa a Amelia y regañó:

—Al parecer, alguien se graduó en la universidad, aunque estoy bastante segura de que es una institución de tercera categoría. No me extraña que vivas de nuestra familia.

Olivia le lanzó una mirada de advertencia.

—¡Salma, cómo puedes ser tan grosera con tu propia cuñada! Y encima delante de los invitados. ¿Quieres que te regañe delante de ellos?

Haciendo un mohín, Salma se quejó:

—Mamá, me pregunto bajo qué clase de hechizo te tiene. Papá, Oscar y yo no le tenemos mucho aprecio, pero tú siempre la defiendes.

—¿Me estás contestando otra vez? ¿Intentas acortar tu almuerzo? ¡Qué comportamiento tan impropio e irrespetuoso para una joven de tu edad! Toda la etiqueta que te he inculcado debe haberse ido por el desagüe. Quiero que escribas una carta de disculpa después del almuerzo.

Salma dejó los cubiertos en un ataque de injusticia.

—Mamá, ¿por qué la defiendes a ella antes que a tu propia hija? ¿A quién consideras tu verdadera hija? Siempre te pones de su lado.

Oscar dejó los cubiertos en el suelo y miró fijo a Salma.

—Salma, discúlpate con mamá.

Era obvio que Salma tenía miedo de su hermano, ya que se desinfló de inmediato ante sus palabras.

—Mamá, lo siento. No era mi intención discutir contigo.

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