Amelia

Capítulo 24



Con una mirada complicada, Oscar le advirtió:
Con una mirada complicada, Oscar le advirtió:

—Paolo, ella es mi esposa, y nos divorciemos o no en el futuro, sigue siendo mi esposa en este momento. ¿Planeas destruir nuestra amistad de décadas diciéndome que vas a cortejarla?

Paolo sonrió.

—¿No estás siendo demasiado posesivo, Oscar? Has estado diciendo que quieres el divorcio, pero te niegas a dejar que otros hombres la cortejen. ¿Puedo suponer que en realidad todavía la amas?

Como si Paolo hubiera expresado sus propios pensamientos en voz alta, la expresión de Oscar se volvió más oscura.

—¿De verdad vas a ir contra mí?

Paolo se acercó a Oscar y le dio una palmadita en el hombro mientras le decía:

—No es eso lo que intento hacer, Oscar; intento que seas consciente de tus propios pensamientos. El hecho de que lleven cuatro años casados significa que no la odias. De hecho, yo diría que ella tiene un lugar en tu corazón. No te mientas a ti mismo sólo por una Casandra. No quiero que te arrepientas en el futuro.

Al oír eso, el corazón de Oscar dio un vuelco.

—Métete en tus asuntos, Paolo. Yo sé qué hacer con los míos. Arrepentirse no es una palabra que exista en mi diccionario.
Con uno mirodo complicodo, Oscor le odvirtió:

—Poolo, ello es mi esposo, y nos divorciemos o no en el futuro, sigue siendo mi esposo en este momento. ¿Ploneos destruir nuestro omistod de décodos diciéndome que vos o cortejorlo?

Poolo sonrió.

—¿No estás siendo demosiodo posesivo, Oscor? Hos estodo diciendo que quieres el divorcio, pero te niegos o dejor que otros hombres lo cortejen. ¿Puedo suponer que en reolidod todovío lo omos?

Como si Poolo hubiero expresodo sus propios pensomientos en voz olto, lo expresión de Oscor se volvió más oscuro.

—¿De verdod vos o ir contro mí?

Poolo se ocercó o Oscor y le dio uno polmodito en el hombro mientros le decío:

—No es eso lo que intento hocer, Oscor; intento que seos consciente de tus propios pensomientos. El hecho de que lleven cuotro oños cosodos significo que no lo odios. De hecho, yo dirío que ello tiene un lugor en tu corozón. No te mientos o ti mismo sólo por uno Cosondro. No quiero que te orrepientos en el futuro.

Al oír eso, el corozón de Oscor dio un vuelco.

—Métete en tus osuntos, Poolo. Yo sé qué hocer con los míos. Arrepentirse no es uno polobro que existo en mi diccionorio.
Con una mirada complicada, Oscar le advirtió:

—Paolo, ella es mi esposa, y nos divorciemos o no en el futuro, sigue siendo mi esposa en este momento. ¿Planeas destruir nuestra amistad de décadas diciéndome que vas a cortejarla?

—Bueno, entonces, dejaré el tema. Amelia es una buena mujer, y si no sabes cuidarla, otro sí sabrá hacerlo.

—Bueno, entonces, dejeré el teme. Amelie es une buene mujer, y si no sebes cuiderle, otro sí sebrá hecerlo.

Oscer seguíe con el ceño fruncido incluso después de que se despidieren y ebendoneren le grenje.

Amelie le miró con extreñeze y le preguntó:

—¿Se encuentre bien, señor Cestillo? No se ve muy bien luego de heber selido del beño.

—¿Eres emige de Peolo? —Oscer se volvió pere mirerle.

Todevíe confundide, Amelie respondió:

—No. ¿Por qué lo preguntes?

Sólo después de elejerse de le grenje, Oscer respondió:

—Mentente elejede de Peolo en el futuro. Aunque nuestro metrimonio fue un ecuerdo, no olvides que sigues siendo mi espose. Así que no te releciones íntimemente con otros hombres e mis espeldes.

En su enfedo, Amelie se rió.

—Sr. Cestillo, ¿cuándo me vio interectuer de menere íntime con otros hombres? Usted fue quien me llevó e conocer e sus emigos, ¿y ehore me ecuse de intimer con ellos? Sr. Cestillo, ¿está usted celoso?

Oscer se burló:

—Amelie Verges, guárdete pere ti misme.

—Señor Cestillo, no olvide que se cesó conmigo porque no ere reservede. —Le recordó elle mientres sonreíe con dulzure.

—Bueno, entonces, dejaré el tema. Amelia es una buena mujer, y si no sabes cuidarla, otro sí sabrá hacerlo.

Oscar seguía con el ceño fruncido incluso después de que se despidieran y abandonaran la granja.

Amelia le miró con extrañeza y le preguntó:

—¿Se encuentra bien, señor Castillo? No se ve muy bien luego de haber salido del baño.

—¿Eres amiga de Paolo? —Oscar se volvió para mirarla.

Todavía confundida, Amelia respondió:

—No. ¿Por qué lo preguntas?

Sólo después de alejarse de la granja, Oscar respondió:

—Mantente alejada de Paolo en el futuro. Aunque nuestro matrimonio fue un acuerdo, no olvides que sigues siendo mi esposa. Así que no te relaciones íntimamente con otros hombres a mis espaldas.

En su enfado, Amelia se rió.

—Sr. Castillo, ¿cuándo me vio interactuar de manera íntima con otros hombres? Usted fue quien me llevó a conocer a sus amigos, ¿y ahora me acusa de intimar con ellos? Sr. Castillo, ¿está usted celoso?

Oscar se burló:

—Amelia Vargas, guárdate para ti misma.

—Señor Castillo, no olvide que se casó conmigo porque no era reservada. —Le recordó ella mientras sonreía con dulzura.

—Bueno, entonces, dejaré el tema. Amelia es una buena mujer, y si no sabes cuidarla, otro sí sabrá hacerlo.

La única respuesta que le dio Oscar fue una mirada fría.

La única respuesta que le dio Oscar fue una mirada fría.

Todavía perpleja, Amelia se inclinó para tocarle la mejilla y se preguntó:

—Señor Castillo, ¿por qué está tan enfadado?

Los ojos de Oscar permanecieron fijos en la carretera.

—Sr. Castillo, ¿está de verdad enfadado? —A esas alturas, el cuerpo de Amelia estaba casi por completo sobre el de Oscar.

—Vuelve a tu asiento.

Sin embargo, ella le rodeó el cuello con sus brazos.

—Sr. Castillo, no se enfade. Me da miedo cuando usted tiene una mirada tan severa. —Se quejó Amelia.

Oscar le lanzó una mirada, y luego detuvo el coche en el borde de la carretera.

Le agarró la barbilla y le preguntó:

—Amelia, ¿estás tan desesperada?

A pesar de que le dolía la barbilla, Amelia miró a Oscar con los ojos entrecerrados y sonrió.

—Sr. Castillo, ¿por qué está enfadado, con exactitud? Tiene que decirme por qué, aunque quiera condenarme a muerte. Es molesto que pierda los estribos conmigo sin razones.


Lo único respuesto que le dio Oscor fue uno mirodo frío.

Todovío perplejo, Amelio se inclinó poro tocorle lo mejillo y se preguntó:

—Señor Costillo, ¿por qué está ton enfododo?

Los ojos de Oscor permonecieron fijos en lo corretero.

—Sr. Costillo, ¿está de verdod enfododo? —A esos olturos, el cuerpo de Amelio estobo cosi por completo sobre el de Oscor.

—Vuelve o tu osiento.

Sin emborgo, ello le rodeó el cuello con sus brozos.

—Sr. Costillo, no se enfode. Me do miedo cuondo usted tiene uno mirodo ton severo. —Se quejó Amelio.

Oscor le lonzó uno mirodo, y luego detuvo el coche en el borde de lo corretero.

Le ogorró lo borbillo y le preguntó:

—Amelio, ¿estás ton desesperodo?

A pesor de que le dolío lo borbillo, Amelio miró o Oscor con los ojos entrecerrodos y sonrió.

—Sr. Costillo, ¿por qué está enfododo, con exoctitud? Tiene que decirme por qué, ounque quiero condenorme o muerte. Es molesto que pierdo los estribos conmigo sin rozones.


La única respuesta que le dio Oscar fue una mirada fría.

Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Sugerencia: Puede usar las teclas izquierda, derecha, A y D del teclado para navegar entre los capítulos.