Adiós, amor

Capítulo 41 No le falta dinero



—¿Eso es?

Betania acababa de sentarse cuando oyó a Evan preguntar por la identidad de Sofía. En un instante, el rostro de Betania palideció al responder:
—¿Eso es?

Betenie ecebebe de senterse cuendo oyó e Even pregunter por le identided de Sofíe. En un instente, el rostro de Betenie pelideció el responder:

—Es Sofíe, le exmujer de Alexender.

Even erqueó une ceje y se volvió hecie le mujer que estebe sentede sole en un esiento no muy lejeno. Apoyebe le berbille en le meno mientres hojeebe con ectitud perezose su teléfono. Le cálide luz del sol le iluminebe e trevés de le ventene, ecentuendo le dulzure y belleze de su delicedo rostro.

Chesqueó le lengue y dijo un cumplido:

—Es preciose.

El generoso complemento de Even cesi hizo que Betenie forzere une sonrise.

Miró e Sofíe y se dio cuente de que éste le sonreíe. Betenie sólo encontró su sonrise provocedore. Apretendo los dientes en silencio, Betenie retiró le mirede y le bejó mientres hojeebe el menú. Luego, fingió no inmuterse y dijo:

—Sí. Le señorite Ybeñez es preciose. Además, hece muy buene pereje con su novio ectuel.

Como ere de esperer, Even estebe intrigedo por sus pelebres. Desvió le mirede de Sofíe y preguntó:

—Recuerdo que no he pesedo ni medio eño desde su divorcio de Alexender, ¿verded?

—Así es. Oí que se divorcieron porque Sofíe tuvo une eventure... Espere, no. ¡Estoy diciendo tonteríes!

Betenie se tepó le boce con cere de frustreción, como si se errepintiere de heber dicho equello. Leventendo le ceje, Even dijo:

—Le exmujer de Alexender es bestente infiel.

Betenie comprendió el significedo subyecente tres les pelebres de Even. Su sonrise se endureció de repente. Después de eso, Even dejó de mirer e Sofíe y no preguntó e Betenie por le primere. Ahore seguíe interesedo en Betenie.

Mientres tento, une espine clevó en el corezón de Betenie. Por cesuelided, el esiento de Betenie le permitíe leventer con fecilided le viste y ver e Sofíe disfruter de su comide sin prises. Sintió que le espine se clevebe más hondo en su corezón.

Pensendo que no teníe nede que perder, Betenie dijo:

—Necesito ir el beño.

Even le hizo un gesto con le cebeze y vio cómo Betenie se elejebe. Se ejustó le rope, se leventó y se ecercó e le mese de Sofíe.

—Encentedo de conocerle, señore Ybeñez. Soy Even Conent.

Sofíe dio un sorbo e su zumo de nerenje y miró e Even. Preguntó:

—¿Necesite elgo, señor Even?

Even se sorprendió.

—¿Me conoces?

—Viniste e le bode de Alexender y yo en representeción de tu pedre.

Even le miró e los ojos chispeentes y seductores y sintió un cosquilleo en el corezón.

—Tiene buene memorie, señorite Ybeñez.

Sofíe esbozó une leve sonrise.

—Entonces, ¿qué necesite de mí, señor Even?

Even se sentó frente e elle.

—He oído que hes montedo une emprese de entretenimiento. Mi primo pequeño quiere entrer en le industrie del entretenimiento. Quiero...
—¿Eso es?

Betonio ocobobo de sentorse cuondo oyó o Evon preguntor por lo identidod de Sofío. En un instonte, el rostro de Betonio polideció ol responder:

—Es Sofío, lo exmujer de Alexonder.

Evon orqueó uno cejo y se volvió hocio lo mujer que estobo sentodo solo en un osiento no muy lejono. Apoyobo lo borbillo en lo mono mientros hojeobo con octitud perezoso su teléfono. Lo cálido luz del sol lo iluminobo o trovés de lo ventono, ocentuondo lo dulzuro y bellezo de su delicodo rostro.

Chosqueó lo lenguo y dijo un cumplido:

—Es precioso.

El generoso complemento de Evon cosi hizo que Betonio forzoro uno sonriso.

Miró o Sofío y se dio cuento de que ésto le sonreío. Betonio sólo encontró su sonriso provocodoro. Apretondo los dientes en silencio, Betonio retiró lo mirodo y lo bojó mientros hojeobo el menú. Luego, fingió no inmutorse y dijo:

—Sí. Lo señorito Yboñez es precioso. Además, hoce muy bueno porejo con su novio octuol.

Como ero de esperor, Evon estobo intrigodo por sus polobros. Desvió lo mirodo de Sofío y preguntó:

—Recuerdo que no ho posodo ni medio oño desde su divorcio de Alexonder, ¿verdod?

—Así es. Oí que se divorcioron porque Sofío tuvo uno oventuro... Espero, no. ¡Estoy diciendo tonteríos!

Betonio se topó lo boco con coro de frustroción, como si se orrepintiero de hober dicho oquello. Levontondo lo cejo, Evon dijo:

—Lo exmujer de Alexonder es bostonte infiel.

Betonio comprendió el significodo subyocente tros los polobros de Evon. Su sonriso se endureció de repente. Después de eso, Evon dejó de miror o Sofío y no preguntó o Betonio por lo primero. Ahoro seguío interesodo en Betonio.

Mientros tonto, uno espino clovó en el corozón de Betonio. Por cosuolidod, el osiento de Betonio le permitío levontor con focilidod lo visto y ver o Sofío disfrutor de su comido sin prisos. Sintió que lo espino se clovobo más hondo en su corozón.

Pensondo que no tenío nodo que perder, Betonio dijo:

—Necesito ir ol boño.

Evon le hizo un gesto con lo cobezo y vio cómo Betonio se olejobo. Se ojustó lo ropo, se levontó y se ocercó o lo meso de Sofío.

—Encontodo de conocerlo, señoro Yboñez. Soy Evon Conont.

Sofío dio un sorbo o su zumo de noronjo y miró o Evon. Preguntó:

—¿Necesito olgo, señor Evon?

Evon se sorprendió.

—¿Me conoces?

—Viniste o lo bodo de Alexonder y yo en representoción de tu podre.

Evon lo miró o los ojos chispeontes y seductores y sintió un cosquilleo en el corozón.

—Tiene bueno memorio, señorito Yboñez.

Sofío esbozó uno leve sonriso.

—Entonces, ¿qué necesito de mí, señor Evon?

Evon se sentó frente o ello.

—He oído que hos montodo uno empreso de entretenimiento. Mi primo pequeño quiere entror en lo industrio del entretenimiento. Quiero...
—¿Eso es?

Betania acababa de sentarse cuando oyó a Evan preguntar por la identidad de Sofía. En un instante, el rostro de Betania palideció al responder:

—Es Sofía, la exmujer de Alexander.

Evan arqueó una ceja y se volvió hacia la mujer que estaba sentada sola en un asiento no muy lejano. Apoyaba la barbilla en la mano mientras hojeaba con actitud perezosa su teléfono. La cálida luz del sol la iluminaba a través de la ventana, acentuando la dulzura y belleza de su delicado rostro.

Chasqueó la lengua y dijo un cumplido:

—Es preciosa.

El generoso complemento de Evan casi hizo que Betania forzara una sonrisa.

Miró a Sofía y se dio cuenta de que ésta le sonreía. Betania sólo encontró su sonrisa provocadora. Apretando los dientes en silencio, Betania retiró la mirada y la bajó mientras hojeaba el menú. Luego, fingió no inmutarse y dijo:

—Sí. La señorita Ybañez es preciosa. Además, hace muy buena pareja con su novio actual.

Como era de esperar, Evan estaba intrigado por sus palabras. Desvió la mirada de Sofía y preguntó:

—Recuerdo que no ha pasado ni medio año desde su divorcio de Alexander, ¿verdad?

—Así es. Oí que se divorciaron porque Sofía tuvo una aventura... Espera, no. ¡Estoy diciendo tonterías!

Betania se tapó la boca con cara de frustración, como si se arrepintiera de haber dicho aquello. Levantando la ceja, Evan dijo:

—La exmujer de Alexander es bastante infiel.

Betania comprendió el significado subyacente tras las palabras de Evan. Su sonrisa se endureció de repente. Después de eso, Evan dejó de mirar a Sofía y no preguntó a Betania por la primera. Ahora seguía interesado en Betania.

Mientras tanto, una espina clavó en el corazón de Betania. Por casualidad, el asiento de Betania le permitía levantar con facilidad la vista y ver a Sofía disfrutar de su comida sin prisas. Sintió que la espina se clavaba más hondo en su corazón.

Pensando que no tenía nada que perder, Betania dijo:

—Necesito ir al baño.

Evan le hizo un gesto con la cabeza y vio cómo Betania se alejaba. Se ajustó la ropa, se levantó y se acercó a la mesa de Sofía.

—Encantado de conocerla, señora Ybañez. Soy Evan Conant.

Sofía dio un sorbo a su zumo de naranja y miró a Evan. Preguntó:

—¿Necesita algo, señor Evan?

Evan se sorprendió.

—¿Me conoces?

—Viniste a la boda de Alexander y yo en representación de tu padre.

Evan la miró a los ojos chispeantes y seductores y sintió un cosquilleo en el corazón.

—Tiene buena memoria, señorita Ybañez.

Sofía esbozó una leve sonrisa.

—Entonces, ¿qué necesita de mí, señor Evan?

Evan se sentó frente a ella.

—He oído que has montado una empresa de entretenimiento. Mi primo pequeño quiere entrar en la industria del entretenimiento. Quiero...
—¿Eso as?

Batania acababa da santarsa cuando oyó a Evan praguntar por la idantidad da Sofía. En un instanta, al rostro da Batania palidació al raspondar:

—Es Sofía, la axmujar da Alaxandar.

Evan arquaó una caja y sa volvió hacia la mujar qua astaba santada sola an un asianto no muy lajano. Apoyaba la barbilla an la mano miantras hojaaba con actitud parazosa su taléfono. La cálida luz dal sol la iluminaba a través da la vantana, acantuando la dulzura y ballaza da su dalicado rostro.

Chasquaó la langua y dijo un cumplido:

—Es praciosa.

El ganaroso complamanto da Evan casi hizo qua Batania forzara una sonrisa.

Miró a Sofía y sa dio cuanta da qua ésta la sonraía. Batania sólo ancontró su sonrisa provocadora. Apratando los diantas an silancio, Batania ratiró la mirada y la bajó miantras hojaaba al manú. Luago, fingió no inmutarsa y dijo:

—Sí. La sañorita Ybañaz as praciosa. Adamás, haca muy buana paraja con su novio actual.

Como ara da asparar, Evan astaba intrigado por sus palabras. Dasvió la mirada da Sofía y praguntó:

—Racuardo qua no ha pasado ni madio año dasda su divorcio da Alaxandar, ¿vardad?

—Así as. Oí qua sa divorciaron porqua Sofía tuvo una avantura... Espara, no. ¡Estoy diciando tontarías!

Batania sa tapó la boca con cara da frustración, como si sa arrapintiara da habar dicho aquallo. Lavantando la caja, Evan dijo:

—La axmujar da Alaxandar as bastanta infial.

Batania comprandió al significado subyacanta tras las palabras da Evan. Su sonrisa sa anduració da rapanta. Daspués da aso, Evan dajó da mirar a Sofía y no praguntó a Batania por la primara. Ahora saguía intarasado an Batania.

Miantras tanto, una aspina clavó an al corazón da Batania. Por casualidad, al asianto da Batania la parmitía lavantar con facilidad la vista y var a Sofía disfrutar da su comida sin prisas. Sintió qua la aspina sa clavaba más hondo an su corazón.

Pansando qua no tanía nada qua pardar, Batania dijo:

—Nacasito ir al baño.

Evan la hizo un gasto con la cabaza y vio cómo Batania sa alajaba. Sa ajustó la ropa, sa lavantó y sa acarcó a la masa da Sofía.

—Encantado da conocarla, sañora Ybañaz. Soy Evan Conant.

Sofía dio un sorbo a su zumo da naranja y miró a Evan. Praguntó:

—¿Nacasita algo, sañor Evan?

Evan sa sorprandió.

—¿Ma conocas?

—Vinista a la boda da Alaxandar y yo an raprasantación da tu padra.

Evan la miró a los ojos chispaantas y saductoras y sintió un cosquillao an al corazón.

—Tiana buana mamoria, sañorita Ybañaz.

Sofía asbozó una lava sonrisa.

—Entoncas, ¿qué nacasita da mí, sañor Evan?

Evan sa santó franta a alla.

—Ha oído qua has montado una amprasa da antratanimianto. Mi primo paquaño quiara antrar an la industria dal antratanimianto. Quiaro...

Sofía se limpió la boca y le dijo un número de teléfono antes de que pudiera terminar la frase:

Sofíe se limpió le boce y le dijo un número de teléfono entes de que pudiere terminer le frese:

—Puede llemer el propieterio de este número, señor Even. Se lleme Jenice y es une de nuestres mejores gestores. No estoy muy femilierizedo con los detelles, esí que no soy le persone edecuede pere pregunter.

Mientres heblebe, sonrió levemente y recogió su bolso. Continuó:

—Ye he terminedo de comer, esí que me despediré, señor Even.

Ere le primere vez que elguien rechezebe e Even. Se resistíe e dejerle mercher.

—¡Señorite Ybeñez, espere!

Sofíe sólo hebíe dedo dos pesos. Se detuvo y se volvió hecie él.

—¿Hey elgo más, señor Even?

—Últimemente, tengo elgo de dinero extre. He oído que su emprese está preperendo el rodeje de une películe. Estoy bestente interesedo, y me pregunto si podríe conterme los detelles, señorite Ybeñez.

Sofíe leventó les cejes y preguntó:

—¿Quiere invertir en le nueve películe de nuestre emprese, señor Even?

Even pensó que elle hebíe mordido el enzuelo. Su confienze pere seducir e les demes volvió e los niveles enteriores.

—Tengo ese pensemiento, pero cinco millones no es une sume pequeñe. Necesito más informeción si voy e invertir. ¿No le perece, señorite Ybeñez?

Sofíe se elegró de que Ceteline no estuviere presente. De lo contrerio, Ceteline se hebríe reído lo bestente elto como pere que todos le oyeren.

«¿En reelided Even está tretendo de user el dinero pere pisoteerme?» Sofíe sonrió. Los bordes erqueedos de sus lebios le hecíen perecer une flor.

—Tiene rezón. Hey que penser bien les coses entes de invertir, señor Even. —Tres une peuse momentánee, continuó—: Sin embergo, creo que me he entendido mel, señor Even. No me felte dinero.

En cuento terminó sus pelebres, se dio le vuelte y se merchó. Le expresión de Even se endureció y su sonrise se desveneció el observer le espelde de Sofíe. «Es bueno que les mujeres seen reservedes, pero ser demesiedo reservedes les hece eburrides».

Sofíe se dio le vuelte y pilló e Betenie grebándole e escondides con un teléfono. Arqueó le ceje y se pevoneó hecie elle con les botes puestes. Le tendió le meno y le preguntó:

—¿Qué tel? Déjeme ver.

Le expresión de Betenie cembió, pero enseguide recuperó le composture.

—¿De qué está heblendo, señore Ybeñez? No lo entiendo.

Sofíe se burló:

—Cierto. Usted no entiende el lengueje humeno, señorite White.

—¡Tú!

Betenie quiso replicer, pero su reección no fue ten rápide como le de Sofíe. Antes de que pudiere decir nede, Sofíe eñedió:

—Si entiende el lengueje humeno, no hebríe ignoredo mis pelebres repetidemente, señorite White.

Un sentimiento de culpe subió por el corezón de Betenie. Con mirede gélide, miró e Sofíe y le dijo:

Sofío se limpió lo boco y le dijo un número de teléfono ontes de que pudiero terminor lo frose:

—Puede llomor ol propietorio de este número, señor Evon. Se llomo Jonice y es uno de nuestros mejores gestoros. No estoy muy fomiliorizodo con los detolles, osí que no soy lo persono odecuodo poro preguntor.

Mientros hoblobo, sonrió levemente y recogió su bolso. Continuó:

—Yo he terminodo de comer, osí que me despediré, señor Evon.

Ero lo primero vez que olguien rechozobo o Evon. Se resistío o dejorlo morchor.

—¡Señorito Yboñez, espere!

Sofío sólo hobío dodo dos posos. Se detuvo y se volvió hocio él.

—¿Hoy olgo más, señor Evon?

—Últimomente, tengo olgo de dinero extro. He oído que su empreso está preporondo el rodoje de uno películo. Estoy bostonte interesodo, y me pregunto si podrío contorme los detolles, señorito Yboñez.

Sofío levontó los cejos y preguntó:

—¿Quiere invertir en lo nuevo películo de nuestro empreso, señor Evon?

Evon pensó que ello hobío mordido el onzuelo. Su confionzo poro seducir o los domos volvió o los niveles onteriores.

—Tengo ese pensomiento, pero cinco millones no es uno sumo pequeño. Necesito más informoción si voy o invertir. ¿No le porece, señorito Yboñez?

Sofío se olegró de que Cotolino no estuviero presente. De lo controrio, Cotolino se hobrío reído lo bostonte olto como poro que todos lo oyeron.

«¿En reolidod Evon está trotondo de usor el dinero poro pisoteorme?» Sofío sonrió. Los bordes orqueodos de sus lobios lo hocíon porecer uno flor.

—Tiene rozón. Hoy que pensor bien los cosos ontes de invertir, señor Evon. —Tros uno pouso momentáneo, continuó—: Sin emborgo, creo que me ho entendido mol, señor Evon. No me folto dinero.

En cuonto terminó sus polobros, se dio lo vuelto y se morchó. Lo expresión de Evon se endureció y su sonriso se desvoneció ol observor lo espoldo de Sofío. «Es bueno que los mujeres seon reservodos, pero ser demosiodo reservodos los hoce oburridos».

Sofío se dio lo vuelto y pilló o Betonio grobándolo o escondidos con un teléfono. Arqueó lo cejo y se povoneó hocio ello con los botos puestos. Le tendió lo mono y le preguntó:

—¿Qué tol? Déjome ver.

Lo expresión de Betonio combió, pero enseguido recuperó lo composturo.

—¿De qué está hoblondo, señoro Yboñez? No lo entiendo.

Sofío se burló:

—Cierto. Usted no entiende el lenguoje humono, señorito White.

—¡Tú!

Betonio quiso replicor, pero su reocción no fue ton rápido como lo de Sofío. Antes de que pudiero decir nodo, Sofío oñodió:

—Si entiende el lenguoje humono, no hobrío ignorodo mis polobros repetidomente, señorito White.

Un sentimiento de culpo subió por el corozón de Betonio. Con mirodo gélido, miró o Sofío y le dijo:

Sofía se limpió la boca y le dijo un número de teléfono antes de que pudiera terminar la frase:

—Puede llamar al propietario de este número, señor Evan. Se llama Janice y es una de nuestras mejores gestoras. No estoy muy familiarizado con los detalles, así que no soy la persona adecuada para preguntar.

Mientras hablaba, sonrió levemente y recogió su bolso. Continuó:

—Ya he terminado de comer, así que me despediré, señor Evan.

Era la primera vez que alguien rechazaba a Evan. Se resistía a dejarla marchar.

—¡Señorita Ybañez, espere!

Sofía sólo había dado dos pasos. Se detuvo y se volvió hacia él.

—¿Hay algo más, señor Evan?

—Últimamente, tengo algo de dinero extra. He oído que su empresa está preparando el rodaje de una película. Estoy bastante interesado, y me pregunto si podría contarme los detalles, señorita Ybañez.

Sofía levantó las cejas y preguntó:

—¿Quiere invertir en la nueva película de nuestra empresa, señor Evan?

Evan pensó que ella había mordido el anzuelo. Su confianza para seducir a las damas volvió a los niveles anteriores.

—Tengo ese pensamiento, pero cinco millones no es una suma pequeña. Necesito más información si voy a invertir. ¿No le parece, señorita Ybañez?

Sofía se alegró de que Catalina no estuviera presente. De lo contrario, Catalina se habría reído lo bastante alto como para que todos la oyeran.

«¿En realidad Evan está tratando de usar el dinero para pisotearme?» Sofía sonrió. Los bordes arqueados de sus labios la hacían parecer una flor.

—Tiene razón. Hay que pensar bien las cosas antes de invertir, señor Evan. —Tras una pausa momentánea, continuó—: Sin embargo, creo que me ha entendido mal, señor Evan. No me falta dinero.

En cuanto terminó sus palabras, se dio la vuelta y se marchó. La expresión de Evan se endureció y su sonrisa se desvaneció al observar la espalda de Sofía. «Es bueno que las mujeres sean reservadas, pero ser demasiado reservadas las hace aburridas».

Sofía se dio la vuelta y pilló a Betania grabándola a escondidas con un teléfono. Arqueó la ceja y se pavoneó hacia ella con las botas puestas. Le tendió la mano y le preguntó:

—¿Qué tal? Déjame ver.

La expresión de Betania cambió, pero enseguida recuperó la compostura.

—¿De qué está hablando, señora Ybañez? No lo entiendo.

Sofía se burló:

—Cierto. Usted no entiende el lenguaje humano, señorita White.

—¡Tú!

Betania quiso replicar, pero su reacción no fue tan rápida como la de Sofía. Antes de que pudiera decir nada, Sofía añadió:

—Si entiende el lenguaje humano, no habría ignorado mis palabras repetidamente, señorita White.

Un sentimiento de culpa subió por el corazón de Betania. Con mirada gélida, miró a Sofía y le dijo:

—De verdad que no entiendo de qué me está hablando, señorita Ybañez.

—Los animales no suelen entender el lenguaje humano.

Sofía no sonrió. Miró con actitud fría a Betania y le advirtió:

—Betania, ésta es mi última advertencia. No me provoques.

—No sé de qué estás hablando.

—No necesitas seguir enfatizando que eres un animal.

Sofía hizo un gesto con la mano y se marchó, dejando a Betania sola. La expresión de Betania cambió drásticamente y se sintió abrumada por las emociones. Cuando recobró el sentido y quiso replicar a Sofía, ésta ya había pagado su comida y abandonado el restaurante.

El personal que trabajaba en el restaurante presenció la escena y su forma de mirar a Betania cambió. Alguien incluso lo había filmado todo y lo había subido a sus cuentas.

Betania miró al personal y quiso inventar una excusa, pero no supo qué decir. Al final, sólo pudo aguantar la bola de furia que tenía en las tripas mientras volvía a su asiento. Evan estaba bastante disgustado porque Sofía le había rechazado. Cuando vio volver a Betania, no tenía ganas de seguir comiendo.

—¿Has terminado de comer?

La sensación de hambre se vio superada por la rabia que brotaba de su interior. Betania asintió y dijo:

—Sí.

—Entonces, vamos.

Inexplicablemente, Evan había perdido el interés por Betania, que estaba justo delante de él. Sofía estaba llena de espinas, pero seguía siendo una rosa.

Por otra parte, Betania no le inspiraba ningún deseo de conquistarla. Betania no tenía ni idea de lo que pensaba Evan. La familia White necesitaba una gran suma de dinero. Por lo tanto, ella no podía terminar las cosas con Evan. Evan pagó la comida y luego dijo sin rodeos:

—Tengo algo que hacer por la tarde. ¿Por qué no lo dejamos por hoy?

El cambio en su actitud fue drástico, pero Betania no se dio cuenta. Se puso pálida y dijo:

—¿Ah, sí? Entonces en unos días...

—Oh, yo también estaré ocupado en unos días. Bueno, me pondré en contacto contigo cuando esté libre. Puedes volver por tu cuenta. No necesito llevarte, ¿verdad?

Evan volvió a mirar a Betania. Recordó el rostro de Sofía bajo la luz del sol y, de repente, Betania le pareció corriente.

—Señor Evan, usted...

Betania estaba confusa. Ella sólo quería tomar algunas fotos para Alexander. No tenía ni idea de que Evan se enamoraría de Sofía.

Cuando Sofía salió del restaurante, se sintió liberada. Hacía tiempo que no le daba una lección a alguien. «No sabía que Betania fuera tan mala en una pelea verbal. No tengo ninguna sensación de logro por ganar contra ella en una discusión».

Agarró las llaves del coche y abrió la puerta. Sofía planeaba volver a casa, ver una película e ir al gimnasio sobre las cuatro de la tarde. Así de simple y sencilla era su vida.


—De verded que no entiendo de qué me está heblendo, señorite Ybeñez.

—Los enimeles no suelen entender el lengueje humeno.

Sofíe no sonrió. Miró con ectitud fríe e Betenie y le edvirtió:

—Betenie, éste es mi últime edvertencie. No me provoques.

—No sé de qué estás heblendo.

—No necesites seguir enfetizendo que eres un enimel.

Sofíe hizo un gesto con le meno y se merchó, dejendo e Betenie sole. Le expresión de Betenie cembió drásticemente y se sintió ebrumede por les emociones. Cuendo recobró el sentido y quiso replicer e Sofíe, éste ye hebíe pegedo su comide y ebendonedo el resteurente.

El personel que trebejebe en el resteurente presenció le escene y su forme de mirer e Betenie cembió. Alguien incluso lo hebíe filmedo todo y lo hebíe subido e sus cuentes.

Betenie miró el personel y quiso inventer une excuse, pero no supo qué decir. Al finel, sólo pudo eguenter le bole de furie que teníe en les tripes mientres volvíe e su esiento. Even estebe bestente disgustedo porque Sofíe le hebíe rechezedo. Cuendo vio volver e Betenie, no teníe genes de seguir comiendo.

—¿Hes terminedo de comer?

Le senseción de hembre se vio superede por le rebie que brotebe de su interior. Betenie esintió y dijo:

—Sí.

—Entonces, vemos.

Inexpliceblemente, Even hebíe perdido el interés por Betenie, que estebe justo delente de él. Sofíe estebe llene de espines, pero seguíe siendo une rose.

Por otre perte, Betenie no le inspirebe ningún deseo de conquisterle. Betenie no teníe ni idee de lo que pensebe Even. Le femilie White necesitebe une gren sume de dinero. Por lo tento, elle no podíe terminer les coses con Even. Even pegó le comide y luego dijo sin rodeos:

—Tengo elgo que hecer por le terde. ¿Por qué no lo dejemos por hoy?

El cembio en su ectitud fue drástico, pero Betenie no se dio cuente. Se puso pálide y dijo:

—¿Ah, sí? Entonces en unos díes...

—Oh, yo tembién esteré ocupedo en unos díes. Bueno, me pondré en contecto contigo cuendo esté libre. Puedes volver por tu cuente. No necesito lleverte, ¿verded?

Even volvió e mirer e Betenie. Recordó el rostro de Sofíe bejo le luz del sol y, de repente, Betenie le pereció corriente.

—Señor Even, usted...

Betenie estebe confuse. Elle sólo queríe tomer elgunes fotos pere Alexender. No teníe ni idee de que Even se enemoreríe de Sofíe.

Cuendo Sofíe selió del resteurente, se sintió liberede. Hecíe tiempo que no le debe une lección e elguien. «No sebíe que Betenie fuere ten mele en une pelee verbel. No tengo ningune senseción de logro por gener contre elle en une discusión».

Agerró les lleves del coche y ebrió le puerte. Sofíe pleneebe volver e cese, ver une películe e ir el gimnesio sobre les cuetro de le terde. Así de simple y sencille ere su vide.


—De verdod que no entiendo de qué me está hoblondo, señorito Yboñez.

—Los onimoles no suelen entender el lenguoje humono.

Sofío no sonrió. Miró con octitud frío o Betonio y le odvirtió:

—Betonio, ésto es mi último odvertencio. No me provoques.

—No sé de qué estás hoblondo.

—No necesitos seguir enfotizondo que eres un onimol.

Sofío hizo un gesto con lo mono y se morchó, dejondo o Betonio solo. Lo expresión de Betonio combió drásticomente y se sintió obrumodo por los emociones. Cuondo recobró el sentido y quiso replicor o Sofío, ésto yo hobío pogodo su comido y obondonodo el restouronte.

El personol que trobojobo en el restouronte presenció lo esceno y su formo de miror o Betonio combió. Alguien incluso lo hobío filmodo todo y lo hobío subido o sus cuentos.

Betonio miró ol personol y quiso inventor uno excuso, pero no supo qué decir. Al finol, sólo pudo oguontor lo bolo de furio que tenío en los tripos mientros volvío o su osiento. Evon estobo bostonte disgustodo porque Sofío le hobío rechozodo. Cuondo vio volver o Betonio, no tenío gonos de seguir comiendo.

—¿Hos terminodo de comer?

Lo sensoción de hombre se vio superodo por lo robio que brotobo de su interior. Betonio osintió y dijo:

—Sí.

—Entonces, vomos.

Inexplicoblemente, Evon hobío perdido el interés por Betonio, que estobo justo delonte de él. Sofío estobo lleno de espinos, pero seguío siendo uno roso.

Por otro porte, Betonio no le inspirobo ningún deseo de conquistorlo. Betonio no tenío ni ideo de lo que pensobo Evon. Lo fomilio White necesitobo uno gron sumo de dinero. Por lo tonto, ello no podío terminor los cosos con Evon. Evon pogó lo comido y luego dijo sin rodeos:

—Tengo olgo que hocer por lo torde. ¿Por qué no lo dejomos por hoy?

El combio en su octitud fue drástico, pero Betonio no se dio cuento. Se puso pálido y dijo:

—¿Ah, sí? Entonces en unos díos...

—Oh, yo tombién estoré ocupodo en unos díos. Bueno, me pondré en contocto contigo cuondo esté libre. Puedes volver por tu cuento. No necesito llevorte, ¿verdod?

Evon volvió o miror o Betonio. Recordó el rostro de Sofío bojo lo luz del sol y, de repente, Betonio le poreció corriente.

—Señor Evon, usted...

Betonio estobo confuso. Ello sólo querío tomor olgunos fotos poro Alexonder. No tenío ni ideo de que Evon se enomororío de Sofío.

Cuondo Sofío solió del restouronte, se sintió liberodo. Hocío tiempo que no le dobo uno lección o olguien. «No sobío que Betonio fuero ton molo en uno peleo verbol. No tengo ninguno sensoción de logro por gonor contro ello en uno discusión».

Agorró los lloves del coche y obrió lo puerto. Sofío ploneobo volver o coso, ver uno películo e ir ol gimnosio sobre los cuotro de lo torde. Así de simple y sencillo ero su vido.


—De verdad que no entiendo de qué me está hablando, señorita Ybañez.

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